Capítulo 23.

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Llegó a su trabajo como todas las mañanas recorriendo los largos pasillos de la enorme casa y cuando llegó empezó a revisar las citas que tendrían ese día los señores Tomlinson.

Ellos realmente amaban su trabajo y amaban ayudar a las personas, era por eso que a pesar de que cumplían turnos en el hospital, se esforzaban por mantener ese consultorio que tenían instalado en casa para poder dar atención personalizada a un precio muy bajo.

Sabía que a esa hora ambos debían de estar desayunando juntos manteniéndose despiertos por las horas de sueño que se tomaban durante sus guardias nocturnas que eran una o dos veces por semana.

El teléfono sonó y ella contestó rápidamente suspirando de alivio cuando sólo escuchó la voz de la señora Jones pidiendo que reprogramara su cita para otro día ya que precisamente en ese momento estaba llevando a su pequeño gato directo a recibir un buen baño. A pesar de que ella escuchó e intentó ser amable con la señora, no podía dejar de pensar en el pobre gato.
Después de acomodarse en su lugar soltó un suspiro pesado que fue cortado por el saludo amable de los papás de Louis.

– Acabamos de ver a Harry – dijo, Jay, alegre.

Gemma sonrió con la mención de su hermano, a pesar de que era demasiado mayor para las personas y según las leyes, ella seguía viéndolo como el pequeño niño que sostenía su oso de peluche gastado con fuerza cuando tenía miedo.

– Louis y él se llevan demasiado bien – sonrió, Mark.
– Lo sé.

Ella realmente ignoraba si los padres de Louis estaban enterados de la relación que su hermano mantenía con su hijo, pero decidió ser discreta y no hacer ningún comentario al respecto.

El doctor iba a comentar algo, pero decidió callar cuando su móvil empezó a sonar. Con un movimiento se disculpó y tomó la llamada intercambiando con la otra persona palabras realmente cortas que no le dieron pista a ninguna de las mujeres de quién era con quien hablaba.

– Vamos a la sala de estar – pidió, mirándolas – el abogado está aquí.
– Pero…  –  Gemma señaló la agenda de citas.
– No te preocupes por eso ahora, linda – pidió, Jay, restándole importancia.

La mujer la tomó de la mano y la obligó a seguirlos hasta la sala de estar donde un hombre que definitivamente parecía un abogado por sus lentes, corbata y maletín los esperaba de pie y con una enorme sonrisa en su rostro, como si en realidad estuviera llegando a una reunión de amigos en lugar de estar en una de trabajo.

– ¡Mark! – saludó, amigablemente.
– Jack – respondió con la misma efusividad, ofreciéndole un abrazo cariñoso.
– Jay – dijo el hombre al separarse de Mark, con una sonrisa más dulce – que gusto verte.

La madre de Louis, con toda la amabilidad que la caracterizaba, respondió el saludo del hombre que parecía cercano a la pareja.

Después de las presentaciones y formalidades, todos tomaron asiento.

– Dime, Gemma – dijo Jack, tornándose más serio  –  ¿Cómo sucedió todo?
– Bueno…  –  tomó aire pues a las únicas personas con las que había hablado sobre eso eran los señores Tomlinson – Mis padres murieron en un accidente cuando mi hermano y yo éramos pequeños. Fue cuestión de pocas horas para que toda la familia llegara y en un momento, cuando reaccioné y mi cabeza cayó en cuenta de todo, ya estábamos en el cementerio enterrándolos.
Jay tomó su mano y la apretó con cariño.
– Harry despertaba por las noches preguntando por nuestros padres y eso era demasiado difícil para mí siendo sólo una niña – respiró – una noche bajé las escaleras de la casa para conseguir un vaso de agua para él, puesto que no podía dormir, y cuando llegué a la cocina me di cuenta de que estaba llena de la familia de nuestros padres. Yo me escondí, no quería interrumpir y fue en ese momento que escuché como todos discutían ya que nadie quería hacerse cargo de dos niños y la trabajadora social que ahí se encontraba dijo que lo mejor sería mandarnos a una casa hogar hasta que el abogado leyera el testamento.

Ella miró aterrada al hombre que se encontraba delante de ella como si realmente estuviera escuchando esas palabras de nuevo.

– Sabía que si eso sucedía, la probabilidad de que me separaran de Harry era demasiado grande y eso no era algo que pudiera concebir – suspiró – tomé unas cuantas cosas de ambos y después de ayudar a Harry a bajar de la cama, escapamos del lugar – sonrió – Recuerdo como su pequeña mano abrazaba únicamente tres dedos de la mía y él moría de miedo y para ser sincera, yo también.
El hombre asintió y ella sintió que tal vez esa no era la información que él quería saber ya que era únicamente un abogado, no un psicoterapeuta, pero la escuchaba con extrema atención y no se veía dispuesto a interrumpirla.

– Pedíamos dinero en las calles y normalmente dormíamos en bancas de parques y paradas de autobús hasta que después de diez días vagando llegamos a los barrios bajos de Londres donde un hombre intentó hacernos daño, pero una mujer nos rescató. Catherine fue demasiado buena con nosotros y nos dio la casa en la que hemos vivido hasta el día de hoy, pero Harry no volvió a ser el mismo desde ese día y yo no dejo de culparme por eso.

Jack sonrió y se acomodó en su lugar.

– Tenemos que localizar a tu familia, Gemma – explicó – hay que saber los términos legales que quedaron estipulados en el testamento de tus padres.

Después de proporcionarle los datos que recordaba de su antigua casa, quedaron de acuerdo en que él sería quien enfrentaría a los familiares de los chicos.

Jack se puso de pie y se despidió amablemente de todos. Mark y Jay lo acompañaron a la puerta y ella se quedó sentada en el sofá pasando las manos por su rostro sin saber lo que pasaría después, pero estaba segura de que no importaba ya que las cosas en su vida se estaban componiendo poco a poco.

– ¿Por qué nunca me dijiste nada?

Saltó en su lugar por la sorpresa y giró para encontrarse con Harry que tenía los ojos llenos de lágrimas y ella no sabía identificar. Sus mejillas y nariz se encontraban rojas por el llanto haciéndolo lucir tan indefenso como aquel día en el que habían huido juntos de la casa que era de sus padres.

– Hazz…  –  lo llamó – yo… era un asunto difícil.

El rizado cerró los ojos y gruesas lágrimas cayeron de ellos.

– Los sigo extrañando – susurró, su hermano.

No esperaba que él reaccionara de aquella manera, pensaba que con esto él la empujaría lejos de su vida y le gritaría como estaba segura que hubiera hecho antes.

Se acercó lentamente a su hermano como si tuviera miedo de que él saliera huyendo del lugar y cuando por fin lo alcanzó lo atrapó en un fuerte abrazo, sintiendo dentro de este las lágrimas constantes bañando su hombro.

– Todo va a estar bien ahora – prometió, en un susurro que de no tenerlo entre sus brazos dudaba que lo hubiera escuchado.

Poco a poco el rizado fue aflojando el agarre de su cuerpo y se alejó intentando desesperadamente limpiar sus lágrimas con ambas manos como si con eso todo rastro de haber llorado desapareciera.

– Yo… debo ir a trabajar – dijo, antes de apresurar el paso a la salida.

Quiso detenerlo, pero sabía que él también necesitaba un tiempo para pensar y razonar que en un momento, la familia que les había quedado después del accidente, les había dado la espalda como si no fueran nada en sus vidas.

~*~

Esa tarde sí que había trabajado, su intención principal era sacar todo ese coraje que sentía hacia esas personas que prácticamente los habían mandado a la calle sin compasión alguna.

Levantó una pasada llanta mientras sentía el sudor corriendo por su rostro y la dejó caer sin cuidado a un lado de uno de los autos que estaba reparando, cuando escuchó la voz rasposa de su jefe llamándolo.

– Llevo más de cinco minutos llamándote – dijo, con el entrecejo fruncido, haciéndolo sentir confundido – te iba a decir que dejes eso para mañana – se notaba un tanto molesto – un auto te espera fuera.

Se encogió de hombros y empezó a caminar hacia el exterior esperando que el cliente le diera mucho trabajo para poder alejar de su mente todos esos pensamientos dolorosos, no sabía ni siquiera cual era la manera correcta para lidiar con ellos.

El sol le dio directamente en la cara, pero cuando por fin sus ojos se acostumbraron a la luz logró reconocer ese auto, y por supuesto al dueño.
Louis se encontraba frente a él con esos ojos azules resplandecientes y esas pequeñas y adorables arrugas que se le formaban a los costados, esperándolo con los brazos abiertos a pesar de que horas antes ya había estado con él.

Su corazón latió con fuerza incontrolable y las ganas de tenerlo entre sus brazos lo empujaron a correr con velocidad a él haciendo que ambos se desequilibraran un poco al encontrarse, salvándose de una caída únicamente por Louis que logró sostenerse con el auto.

– Necesitaba esto – admitió – te necesitaba a ti.
Louis lo pegó más a su cuerpo, soltando un suspiro.
– Estoy aquí – susurró – siempre estaré para sostenerte.

Como si esas palabras fueran lo que necesitara para aliviar su alma, sintió como sus ojos se llenaban de lágrimas, de repente se sentía protegido y no siendo él quien protegía a alguien más.

Sabía que entre sus brazos tenía a la persona que jamás le iba a fallar a pesar de su posición social.

R O Y A L S [Larry Stylinson] Wattys 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora