Capítulo 28.

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Iban caminando tomados de las manos mientras cargaban bolsas de compra con las manos que tenían libres. Realmente el día lucía completamente hermoso y habían decidido que lo mejor sería aprovecharlo al máximo asistiendo al refugio, pero antes consiguieron alimento para las mascotas en un supermercado.

Para Harry, el comprar el alimento para las mascotas no era difícil; realmente se trataba de dirigirse al lugar, comparar precios y comprar la bolsa más económica, pero todo había cambiado por el simple hecho de ir acompañado de Louis.
Todas las personas se les habían quedado viendo como si fueran un par de desquiciados en el momento en el que habían empezado una discusión acerca de qué alimento comprar, pero al final, para detener todo el desastre, el rizado había cedido al hecho de comprar las bolsas más costosas y grandes que habían en el estante.

– Esto es demasiado – se quejó nuevamente, sin dejar de caminar a un lado del de ojos azules – para ellos esto será como comer caviar después de haber vivido de pan.

Recordaba que la semana pasada apenas, Louis le había presentado el caviar en una cena absolutamente cara que había tenido con sus padres. Ellos le habían comprado un traje de etiqueta que había costado mucho más de lo que él había visto antes. El “caviar” le había resultado la cosa más asquerosa del mundo – y vaya que había visto cosas asquerosas – así que simplemente ni siquiera se había animado a probarlo, pero cada vez que podía hacía comentarios que incluían la palabra “caviar” porque simplemente sonaba como algo que alguien refinado diría.

– Creo que es alimento correcto – se encogió de hombros – al final fueron mis padres los que invirtieron en esto.
– Ellos han sido demasiado amables.

Louis sonrió al mirarlo, realmente sus padres habían sido demasiado comprensivos con ellos después de la plática que habían tenido en la sala, hasta cuando les habían comentado del refugio de animales ellos no habían dudado en empezar a darles dinero para mantenerlo.

– Creo que siempre han sido amables, yo sólo empecé a hacer cosas que no debía.
– Es pasado, Lou.

Subieron las bolsas al auto para después subir ellos cantando en durante el trayecto al refugio las canciones que Harry ya se había aprendido de memoria por pasar tanto tiempo con Louis y realmente eso era algo que antes jamás habría hecho, era un total ignorante de ese tipo de cosas tan simples.

Cuando Louis se estacionó frente a la casa frunció el entrecejo sin poder evitarlo, lo que causó que el rizado mirara en su dirección para saber qué era lo que le estaba perturbando; la puerta principal de la casa se encontraba abierta de par en par, cosa que no era del todo normal ya que sabían que Samantha siempre se encargaba de mantenerla debidamente cerrada.

Ambos bajaron llevando las bolsas de alimento con ellos y se tomaron de las manos nuevamente antes de entrar a la casa, como si realmente dependiera el uno del otro para siquiera dar un paso.

No sonaba la grabadora de chica por primera vez desde que la conocían y tampoco se escuchaba su voz intentando seguir la letra junto con el cantante… todo estaba extremadamente silencioso, ni un ladrido ni quejas…

– ¿Sam? – preguntó Harry, en voz alta para que la chica la escuchara donde quiera que estuviera.
Louis soltó su mano y se dirigió a la cocina encontrando un maldito desastre.

Las dos últimas bolsas de alimento que quedaban en la casa se encontraban abiertas y todo su contenido estaba esparcido por el suelo descuidadamente; los platos de los animales estaban por todas partes como si un huracán hubiera azotado el lugar.

– ¿Qué mierda…? – murmuró, Louis.

Louis negó con la cabeza lentamente encontrándose completamente desconcertado por lo que estaba viendo. Dejó las bolsas nuevas sobre la vieja mesa y empezó a prestar atención a todo. Algo definitivamente no estaba bien y cuando escuchó un débil sollozo, supo que estaba en lo correcto al pensar mal.

Se apresuró a salir al patio trasero con Harry siguiéndole los pasos y ahí se encontraron a Samantha de rodillas con las manos en el rostro mientras su cuerpo temblaba sin poder detenerlo. Era como una de esas películas de terror que había visto en casa de Louis en varias ocasiones.

Sus ojos no podían siquiera procesar lo que estaba sucediendo y su mente realmente no quería aceptar las imágenes que sus ojos le estaban enviando.

Dentro de las jaulas se encontraban los perros y los gatos absolutamente inertes. La sangre manchaba las paredes del pequeño espacio y de algunas escurría como si todo hubiera sucedido recientemente. Ninguno de sus animales se encontraba con vida y él ni siquiera podía entenderlo.

¿Quién…?

– No, no, no…  –  era lo único que se escapaba de los labios de su amiga.
– Rayos…  –  escuchó el susurro asustado de su novio.

Por un simple impulso, se acercó a Samantha poniéndose a su altura para después sacudirla ligeramente con sus manos puestas en los hombros de la chica ya que necesitaba que ella reaccionara para saber qué había sucedido realmente en ese lugar.

– Sam…  – la llamó, nuevamente – necesito que me digas si viste quién hizo esto.

Un sollozo más fuerte escapó de los labios de la chica mientras negaba energéticamente con la cabeza antes de señalar en dirección a una de las bardas que se encontraban en el patio de la casa delimitando el terreno de la misma.

Harry miró en aquella dirección y con horror notó que con la sangre de las mascotas habían escrito sobre ella “Es sólo el principio”….

Tenía una idea de quién había hecho aquello y la razón por la que lo había hecho porque solamente alguien sin corazón podía hacer ese tipo de cosas, alguien realmente podrido y Nick era la persona más podrida que conocía.

– Hay que llamar a la policía – dijo, Louis, mientras lágrimas corrían por sus mejillas.

Samantha se puso de pie de repente de una manera rápida, causando sorpresa en ambos.

– No puedes hacerlo – pidió ella, suplicante – esto podría llegar al dueño de la propiedad quien ni siquiera se imagina que su casa está siendo utilizada para ser refugio de animales. Nos correría.
– ¿Qué?

Recordaba que Sam había comentado de una manera un tanto discreta con aquel hombre mayor de edad que deseaba tener una mascota en casa, pero al momento él se había puesto de muy mal humor diciendo cosas sin sentido acerca de que aquel no era un sitio para tener animales, desde el punto de vista de ese señor, ellos sólo causaban destrozos innecesarios.

– Es lo que es – soltó, Harry – no teníamos dinero para rentar un lugar mejor que ese y con más facilidades – miró alrededor con completa preocupación – será mejor que empecemos a limpiar.

La tristeza en cada uno se notaba mientras limpiaban cada espacio. Louis y Samantha se encargaban de los cuerpos de los animales mientras él se encontraba tallando la barda que realmente tenía un mal olor.

Las lágrimas que había contenido empezaron a descender mientras él tallaba con fuerza y coraje como si con ello fuese a borrar todo el suceso. Sabía que las cosas no funcionaban de esa manera, pero la otra forma que se venía a su mente para liberar su furia ni siquiera era coherente.

Sabía que Nick no andaba con juegos por la vida. No se trataba de uno de esos cobardes que simplemente hablaban y amenazaban al aire, con él las cosas eran en serio y lo había aprendido de la peor manera, pero si había algo que Nick olvidaba era que Harry lo conocía demasiado bien y podía perder contra él si de eso se trataba.

Unos brazos lo rodearon fuertemente y el detuvo sus bruscos movimientos contra el muro, dejando caer la esponja para romper a llorar como un bebé.

Los dedos de Louis empezaron a acariciar su cabello con dulzura y en realidad eso era lo que necesitaba, ese consuelo que sólo él podía darle.

– Fue mi culpa, Lou…  –  murmuró.

El de ojos azules negó ligeramente con la cabeza en completo desacuerdo con lo que el rizado estaba diciendo.

– Él está enfermo, no es nada que tenga que ver contigo.

Harry se aferró al cuerpo de su novio queriendo creer en sus palabras aunque fuera completamente difícil de hacerlo, debido a que la culpa se encontraba ahí y era muy difícil siquiera el querer ignorarla.

Después de horas de trabajo dejaron el lugar de una manera completamente decente antes de decidir abandonarlo.

Las pláticas habían sido demasiado cortas entre ellos mientras se encargaban del lugar y cuando atravesaron la puerta principal Harry no pudo evitar lamentar la manera en que un día tan bonito había sido arruinado por completo.

La luz del sol no podía ni siquiera calentar el frío que sentía su alma cuando pensaba en lo despreciable que era Nick y realmente ni la luz radiante lo podía iluminar para encontrar un poco de claridad que buscaba con desesperación.

Los tres se dejaron caer en la acera frente a la casa, mirándola como si esta se estuviera derrumbando… en completo silencio.

– Será mejor que me marche – soltó, Samantha, después de unos minutos.

Ella se puso de pie lentamente mientras pasaba las manos por su rostro que lucía completamente cansado por tantas lágrimas que había derramado con anterioridad.

– ¿Los veré mañana? – preguntó, antes de siquiera moverse.

Ambos la miraron completamente desorientados sin entender qué estaba sucediendo por su cabeza. Con lo que acababa de suceder era obvio que al día siguiente no tendrían nada que hacer en ese triste lugar.

– Quiten esas caras – soltó – parecen idiotas. Está claro que no estoy pensando ni siquiera abandonar y dejar de hacer lo que amo por lo que pasó. Continuaré buscando perros abandonados e invadiendo propiedades privadas para poder mantenerlos porque realmente lo necesitan. ¿Cuento con ustedes? – la miraron por un momento sin saber qué decir ante la maravillosa convicción de la chica  –  ¿Harry? – casi le suplicó por una respuesta.
– Estamos juntos – sonrió.

Ella sonrió ligeramente de regreso y chocó los puños con ambos como si fuera un amigo más y después se marchó dejándolos atrás.

Si de algo Harry estaba seguro era que de ella debería de tomar el ejemplo y no dejarse hundir por eso. Debía de mostrarle a Nick que era mucho más fuerte que antes y que con esas cosas sólo conseguía alimentar esa fuerza en su interior.

Conocía tan bien a Nick que sabía que tal vez en ese preciso momento los estaba observando, pues él no era de esos que se quedaba con la curiosidad de la manera en que había terminado su obra.

Tomó la mano de Louis y con delicadeza entrelazó sus dedos, sonriéndole con dulzura.

– Tú eres mi fuerza, Louis.

El de ojos azules le sonrió de regreso y sin más lo besó con amor, porque sabía que los miraba y quería mostrarle que seguía entero y que no se dejaría asustar por sus acciones tan estúpidas.
Le iba a dar la guerra que estaba pidiendo a gritos, pero de una manera mucho más inteligente.

R O Y A L S [Larry Stylinson] Wattys 2020 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora