Cena en el Tibidabo

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Narra Nathaniel

Lunes, 22 de septiembre de 1941

Queridísimo Edgar,

Hoy Rebeca me ha preguntado si quería ir a cenar mañana al Tibidabo. Le he dicho que sí. Hemos quedado en la estación de funicular. No sabía donde estaba por lo que le he preguntado a Trini y me ha dicho que me acompañará.

Siempre tuyo, Nathaniel Kurtzberg

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Martes, 23 de septiembre de 1941

Querido Edgar,

Hoy ha sido un día normal en la universidad, sin sobresaltos. A las 19:30. Trini me ha dicho que suba al coche. Hemos tardado 1 hora en llegar. Cuando hemos llegado, Rebeca estaba en la puerta de la estación. Trini y yo nos bajamos del coche.

Nathaniel: ¡Hola Rebeca!

Rebeca: ¡Hola Fabian!

Nathaniel: Bueno, antes de subir me gustaría presentarte a mi tía

Trini: Trinidad Ordóñez, un placer

Rebeca: Rebeca Noguera, igualmente. Ahora, Doña Trinidad, Fabian y yo subimos a cenar

Trini: No me llames Doña Trinidad, por favor. Ni que tuviese 90 años

Rebeca: De acuerdo. Venga Fabian, que no cogemos el funicular. Adiós Trini

Nathaniel: Hasta luego Trini

Trini: ¿Te vengo a buscar?

Rebeca: No hace falta, regresaremos por Vallvidrera*

Trini: De acuerdo. Hasta después, Fabian

Nos subimos al tramvía en en 25 minutos ya estábamos en el parque de atracciones que se distinguía desde toda la ciudad.

Rebeca: Nos sobra tiempo, si quieres subimos a un par de atracciones

Nathaniel: Por mi sin problema

Después de eso nos subimos a la noria, al tiovivo y a la atalaya. Después de bajarnos, nos dirigimos al Hotel Florida, donde cenábamos.

La cena fue deliciosa. Al acabarla, Rebeca habló

Rebeca: Fabian

Yo estaba contemplado la Barcelona noctura, su voz me sacó del trance

Nathaniel: Dime

Rebeca: Bueno... Invitarte aquí... Fue por que... Esto... ¡Me gustas!

Nathaniel: Rebeca...

Rebeca: Yo

Nathaniel: No se que decirte... ¿Te importa qué me lo piense?

Rebeca: Sí, tómate tu tiempo... Pero que sea cuanto antes

Nathaniel: Gracias por tu comprensión

Rebeca: No hay de qué. Pidamos la cuenta y vayamos a coger el autobús a Vallvidrera

Después de eso poco más oí a Rebeca articular palabra. Yo iba contemplado la vista del primer día de otoño en Barcelona. Hacía un poco de rasca. Pero no íbamos mal abrigados. Cogimos el 111, el autobús que va del Tibidabo a Vallvidrera. Bajamos y rápidamente empalmamos con el funicular. Nos bajamos y en la estación de Peu del Funicular, final de trayecto. Rebeca tan solo habló para despedirse. Allí la vi coger el ferrocarril en el andén contrario. Yo cogí el mío dirección a la parada de La Bonanova. Llegué a casa y decidí escribir una carta a Adrien, omitiendo la parte donde Rebeca se me declara

Siempre tuyo, Nathaniel Kurtzberg

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