Capítulo 25

1.2K 53 2
                                    


Cepeda

Me tiemblan hasta las pestañas después de haber comprobado diez veces que es él de verdad. El móvil ha pasado a manos de Aitana para no terminar en el suelo y ella está abrazada a mi casi más ilusionada que yo.

-Es que eres increíble -me dice emocionada- te dije que eras bueno.

-Sabes que si no fuera por ti no habría hecho nada -le digo.

-Pero lo has hecho, eso es lo que cuenta.

-Gracias por todo -me sincero- gracias a ti estoy recuperando la confianza en mi mismo a una velocidad que da miedo.

-Ven aquí tonto -me acerca a ella- que te estás poniendo dramático -y deja un tierno beso en mis labios.

-Lo digo en serio -insisto- es que no entiendo como lo haces, parece que tengas súper poderes.

Se me está cayendo la baba de tanto mirarla. Lo que le digo es completamente cierto, no exagero. Nadie había conseguido que la confianza en mi mismo aumentara tantísimo en tan poco tiempo, ni siquiera Miriam que no será porque no lo ha intentado. Pero es que es mirarla y es capaz de convencerme prácticamente de cualquier cosa.

Otra notificación suena en mi móvil, que sigue en la mano de Aitana. Le hago una señal con la cabeza para que lo mire y cuando su mirada se dirige a la pantalla se queda con la boca abierta.

-¿Que pasa? -me intereso por su reacción.

No dice nada, tan solo me tiende el móvil. Hay un comentario de Dani Fernández en el vídeo en el que nos pone "impresionante, artistazos". Ahora soy yo el que se queda con la boca abierta.

Empiezan a llegar algunos likes de clubs de fans de Dani y algunos me empiezan a seguir pero decido no darle más importancia y volver a centrarme en la chica de flequillo que tengo sentada a mi lado.

Recuerdo que una vez me dijo que le gustaba mucho conocer las ciudades a las que iba, perderse en los rincones menos conocidos y descubrir cosas que nadie sabe que pertenecen a esa ciudad. La idea que tengo en la cabeza ahora mismo no es exactamente esa, pero me gustaría que conociera un lugar al que los valencianos guardan bastante cariño pero no todos los turistas saben que existe.

-¿Te apetece pasear? -le propongo- Me gustaría llevarte a un sitio, hay una hora andando pero creo que merecerá la pena.

-Claro, sí, vamos -sonríe poniéndose de pie- ya te dije que me encantaba conocer lugares nuevos.

La imito poniéndome yo también de pie y en dos minutos recogemos las pocas cosas que llevamos y nos ponemos a andar por el mismo río. Al principio caminamos en silencio el uno al lado del otro, después rompo el silencio acordándome de una anécdota que tuve hace poco más de un año cuando estaba corriendo una mañana por aquí y una señora, cuando paré a beber en una fuente, me gritó que no corriera más que ya estaba muy fuerte. Consigo arrancarle una carcajada y mientras ella se ríe le digo que pasé una vergüenza tremenda cuando después me dijo que su nieta era muy guapa.

Mientras ella me cuenta también parte de su infancia en Barcelona nuestras manos se rozan de vez en cuando pero en algún momento del camino se agarran, y no se vuelven a soltar hasta que a lo lejos se ve el destino al que nos dirigíamos.

En frente de nosotros se encuentra el Parque Gulliver, el cual Aitana mira extrañada sin saber muy bien si era esto lo que quería enseñarle.

-Ya estamos -le digo contestando a lo que supongo que es su duda.

-¿Que es este sitio? -dice sorprendida- es enorme pero no entiendo que es.

-Ven, ahora lo entenderás -le digo volviendo a coger su mano para llevarla al sitio donde se resolverán sus dudas.

NUNCA PUDE REEMPLAZARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora