Capítulo 26

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Aitana

La alarma suena temprano, demasiado para lo poco que he dormido esta noche, pero no me cuesta demasiado espabilarme ya que hoy es el gran día. Al abrir los ojos me desoriento al principio al estar en un sitio menos conocido que mi cama, la de Luis, aunque espero despertar muchas más veces aquí. Me despego de su cuerpo y él también se espabila.

Ayer insistió en que quería ser el privilegiado en poder despedirse de mí esta mañana y obviamente no me pude resistir a una noche con él. Me levanto para dirigirme al baño con su básica morada puesta y cuando salgo él ya no está en la habitación. Se ha encargado de preparar dos cafés y está cortando el pan para hacer las tostadas que me darán las fuerzas para empezar a afrontar el maravilloso día que espero que sea.

No he podido evitar hacerme ilusiones a pesar de que las he intentado retener y por eso tengo las expectativas bastante altas, cosa que puede jugar en mi contra. Pero es que al parecer todos confían muchísimo en que todo vaya bien y aunque no quiera al final algo se me ha tenido que pegar.

-¿Estas nerviosa? -me dice Luis dejando un beso en mi pelo despeinado.

-No sabes cuanto -digo dando un sorbo al café- no tengo ni idea de que va a pasar y igual me llevo un chasco enorme.

Él me mira negando con la cabeza.

-Si te han dicho que vayas es por algo. Además, eres buena, no pueden desperdiciar un talento así.

-Tú me ves con otros ojos -digo- eso no vale.

-También puedo ser objetivo si me lo propongo -dice sonriendo.

-Ya claro.

Terminamos de desayunar y me cambio rápido. Después me maquillo un poco y plancho mi flequillo hasta que está perfecto. Luis me observa desde atrás cuando estoy lavándome los dientes y su sonrisa me pone nerviosa. Está guapísimo por las mañanas y su pecho descubierto no me ayuda a concentrarme. Cuando me enjuago la boca viene hacia mi y me da un beso con más intensidad de la que esperaba.

-Oye que me voy un día -le digo riendo.

-Te recojo en la estación ¿vale?

Yo asiento sonriendo y voy a por la mochila que me dejé preparada ayer por la tarde. Se despide de mi con otro beso en la puerta.

-Suerte -me dice dejando un beso en mi frente.

-Hasta esta noche Luisín -le digo antes de que cierre la puerta.

Más mono no puede ser.

Anoche pasamos un buen rato entre guitarra y piano haciendo magia juntos hasta que preferimos pasar a otra actividad que requería mucha más energía y acabamos los dos tumbados en la cama exhaustos. Cuando ambos conseguimos cerrar los ojos el reloj marcaba casi las cuatro, así que tres horas son las que he podido aprovechar para echarme una cabezadita.

Salgo del metro y tengo de frente la puerta de Joaquín Sorolla, esa estación que me vio pisar por primera vez esta maravillosa ciudad. Allí me espera Amaia con una puntualidad muy poco usual en ella. Se había empeñado en acompañarme a pesar de que le costó bastante convencer a los del conservatorio para que le permitieran saltarse un día de clase, ya que se perdería una clase de teoría y confiaban bastante poco en que pudiera reengancharse al día siguiente. Pero después de prometerle al profesor que me encargaría de que copiara todos los apuntes de hoy, le dio permiso para poder ir a Madrid conmigo.

-He llegado antes que tú, invitas a la merienda -me dice mi amiga antes de lanzarse a abrazarme.

-Si no llego a apostarme una merienda el tren se va sin nosotras -le digo riendo.

NUNCA PUDE REEMPLAZARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora