Epílogo

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5 Años después.

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Alguna vez en su vida había escuchado sobre una vieja costumbre que los japoneses en antaño poseían, mayormente conocida como kintsugi; el arte de reparar hasta lo irreparable con oro.

La enseñanza de aquello era que, el verdadero valor del objeto en cuestión no se obtenía del oro, si no, de la belleza que poseía después de haber sido resquebrajado y reparado de aquella forma. Una buena moraleja que trataba de explicar como una herida en la vida, podía volverse un impulso para conseguir un futuro brillante cual oro... Cómo incluso lo que pudiese ser catalogado como inservible, vuelve a tener un gran valor si eso se propone. O hablando de una enseñanza más propia; una moraleja para aprender a recuperarse y sobrellevar las cicatrices con orgullo.

Allan había superado con el tiempo el profundo dolor que la pérdida de Edogawa le había acarreado, pero superar jamás había sido sinónimo de olvidar.

Aún había noches en que los recuerdos nublaban su mente y le mantenían llorando hasta el cansancio en la oscuridad de su habitación. Pequeños momentos donde de manera fugaz, esperaba ver un par de ojos esmeraldas mirándole de forma burlona al encontrar cualquier cosa que le enfrentase un reto. Todavía había dolor albergando su corazón y podría jurar, jamás se iría del todo.

Similar a las vasijas y demás piezas que se usaban en el kintsugi, Edgar Allan Poe se había quebrado y pensado que jamás podría recomponerse. La herida que la partida de Ranpo había causado en su corazón resultó ser lo suficientemente profunda para dejarle sumido en la más profunda y oscura de sus depresiones por un largo tiempo.

No había sido hasta que Yosano, tras un año dejándole velar su luto y decidiendo que había sido suficiente de tanto llanto, llegó a su hogar con el que resultó ser el oro de su propio kintsugi.

Poemas.

Cientos de ellos que Ranpo había escrito cuando estaba en el hospital. Cada cual más diferente al anterior. Había sido entonces, en el primer aniversario luctuoso del amor de su vida que tomo la decisión de dejar la depresión de lado. De cubrir aquellas heridas con el resplandor de los amigos que esperaban por verle de nuevo sonreír y aquellos poemas... De volver el pasado el oro de sus cicatrices y seguir adelante.

Sin complicaciones, ingreso finalmente a la universidad de Virginia, manteniendo la vaga promesa de no volver a Inglaterra que había hecho una década atrás. Y, como si aún estuviese compitiendo con Edogawa por los primeros​ puestos​ como en toda su vida, se esforzó por ser el mejor en todo, graduándose con los honores más altos en la escuela, y un orgullo que esperaba, el azabache sintiese donde sea que estuviese.

No sin la ayuda de sus tíos, había logrado publicar su primer libro luego de la graduación, sorprendiendose a sí mismo por lograr alcanzar el primer lugar en los best seller de aquel año, siendo considerado un prodigio en la literatura. Sus amigos le habían felicitado en cuanto supieron y él, después de tantos años, finalmente se sintió en paz. Había aprendido a avanzar de nuevo, a superar todo... Y aún con eso, con una exitosa vida por delante, en todos esos años, jamás había podido mirar a nadie ni con la mitad de amor que alguna vez le había profesado a Edogawa.
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Soltando un suspiro al aire al recordar a su viejo amante, observo la vista que Yokohama le ofrecía desde las alturas. Su avión estaba a nada de aterrizar en aquella ciudad luego de un año entero sin haber podido estar ahí. La razón de su visita le tenía emocionado, y su corazón palpitando con fuerza en su pecho era la viva prueba de aquello.

Rivals. 『RanPoe, Fanfic』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora