Solo.

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Gabriel gastaba estúpidamente su gracia encendiendo y apagando velas al azar, frente al altar de los ángeles rotos. Mientras, el hermano mayor se quedaba dormido sobre la banca, con el fuego reflejando el rojo en su cara. Castiel tomó el bolso a su lado, despertando al rubio, le dejó el unicornio y en su lugar guardo el crucifijo.

- ¿Qué haces? – Preguntó, bostezando.

- Me voy.

- ¿Solo? Cas, eso es muy peligroso. – Objetó Gabe.

Pero el ángel continuo su camino hacia la salida de doble puerta, aventurándose a la noche. Los arcángeles se miraron entre sí, confundidos de qué hacer, y salieron en su búsqueda.

- ¡Cas! Es una locura. – Le alcanzó rubio. - No podemos separarnos.

- ¡Si podemos! – Contradijo, dándose la vuelta hacia sus hermanos. – He estado solo la mayor parte de mi vida, en ninguno de esos momentos los he necesitado, puedo sobrevivir solo.

- Tú viste a Asmodeus, no vas a sobrevivir a eso. – Replicó Gabriel.

- ¿Desde cuándo les importa lo que el estúpido iluso haga?

Y camino, camino sin rumbo, con Lucifer y Gabriel siguiéndolo como un par de cachorros avergonzados. Ambos arcángeles tenían orgullo, se excusaban a sí mismos diciendo que necesitaban al ángel, aunque lo que realmente sentían era preocupación. La última vez que dejaron solo al menor, termino rodeado por una pandilla de vampiros. Castiel era, algo así como un imán para los problemas, y habiendo muerto tantas veces, ya no sentía ningún miedo a la muerte.

- Cassie... Lo siento, ¿Si? ¿Ya nos perdonas? – Insistió Lucifer por doceava vez.

Se le estaba haciendo costumbre la amabilidad y Gabe desconocía a su hermano, pero esperaba con todas sus fuerzas que Cas lo escuchará.

- No. – Sentenció el otro.

- ¿Por qué no? – Refunfuño el rubio, inflando sus mejillas. – ¡Caasssiee!

- No quiero.

- ¡¿Por qué?!

La infantil conversación fue interrumpida cuando Cas se detuvo en seco, analizando el paisaje como si algo estuviese fuera de lugar.

- No otra vez. – Se quejó Gabriel a su espalda.

- No es un demonio. – Aclaró Castiel. – Es un Wendigo.

La figura era visible para los ojos celestiales por muy rápido que corriese, pero él no tenía idea que no se enfrentaba a humanos comunes.

- Déjalo jugar, - Rio Lucifer. – Es adorable.

- No tenemos gracia, genio. – Replicó el arcángel menor.

- No gastemos nuestras gracias, necesitamos fuego. – Sacó un encendedor de su bolso. – ¡Mierda! ¿Quién se tomó la cerveza?

Ambos arcángeles entraron en pánico, señalándose el uno al otro. A lo lejos se escuchó a una mujer suplicar auxilió.

- ¡Que adorable! Piensa que vamos a caer en esa. – Se burló Satán.

- ¿Podrían preocuparse por idear de donde vamos a sacar alcohol si la cerveza esta vacía? – Recriminó el menor de los tres.

Gabe chasqueó los dedos, entregándole una botella de vodka a Castiel.

- ¿Ahora si nos perdonas?

El ángel se enfrentó solo al Wendigo, con su gracia restablecida a la mitad, no fue difícil un combate cuerpo a cuerpo con esa cosa. Y todo terminó con la criatura en llamas.

Al girarse, los arcángeles aplaudían su proeza.

- Bonito show. – Felicitaron ambos.

- Yo soy un soldado, no una princesa que cree que tiene el mundo a sus pies. – Reprochó Cas, volviendo a su camino.

- Creó que sigue enfadado... 

Tres Hermanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora