Quizá paso una semana, tal vez años. Castiel no los sabía. Su mente había estado apagada desde esa última pesadilla que acabó escociéndole la espalda hasta sofocarlo. Se sentía como cada vez que su padre le revivía, un recién nacido.
Aspiró con fuerza, recibiendo el aroma a cemento que siempre había en el bunker. Le costó al mundo aclararse a su alrededor. Cerró los ojos con fuerza, buscando esa claridad. Entonces, quiso mover sus manos, sin éxito. Por el contrario, mientras más se removía, la presión que mantenía sus manos a cada lado, se apretaba con más fuerza.
Creyó por un instante que seguía en sus pesadillas. Quizá en alguna tortura o su tiempo en el psiquiátrico. Miró hacia sus manos, esperando esposas o cuerdas alrededor de ellas. Pero solo estaban sus hermanos.
Gabriel a su derecha, Lucifer a su izquierda, dormidos sobre sus manos. Jack estaba más allá, dormido sobre un sofá viejo. Sabiendo la razón de su prisión, los apartó con cuidado, liberándose. Cas se sentó, para ser bombardeado por un mareo insoportable, que le obligó a recostarse de nuevo. Su cuerpo enteró lo agradeció.
El mayor de los cuatro despertó por el chirrido de la cama, observando inmediatamente al ángel. Cas le sonrió para que supiera que estaba bien y no despertar a los otros dos.
- Descansa. – Susurró Lucifer, volviendo a acomodarse con su cabeza sobre la camilla.
Castiel depositó su mano sobre el cabello rubio y cerró sus ojos para obedecerle. Lo necesitaba, necesitaba dormir otro par de siglos.
Gabriel estaba quitándole la respiración al ángel en cuanto se dio cuenta de que estaba bien, abrazándolo con necesidad. La ocasión se tornó familiar en seguida, con todo el mundo alrededor de Castiel. Pero Lucifer insistió en que dejaran libre al ángel, necesitaba descansar o se desvanecería allí mismo.
Aún seguían durmiendo en la misma habitación, amontonados como fuese posible. Lucifer abrió uno de los cajones del escritorio de Cas, buscando dulces que Gabriel había guardado allí.
Sin embargo, no encontró eso en el primer cajón. Allí estaba la cruz que Castiel había encontrado en esa abandonada iglesia en la que se habían resguardado. La plata brillo por la tenue luz.
- ¿Lucifer? ¿Los encontraste? – Apresuró Gabe, acomodando su cama improvisada.
El rubio no respondió, mirando al acurrucado ángel en su cama, con la cruz aún entre sus manos. Dejó el objeto de plata de vuelta en su lugar y recogió los dulces de Gabriel para pasárselos.
- ¿Cas?
El menor se revolvió asomándose de entre las sabanas para mirar a su hermano que le llamaba.
- ¿Qué pasa?
- ¿Qué harías tú por Dios? – Interrogó sorpresivamente Lucifer, llamando la atención del castaño tambien.
- Todo. – Respondió el ángel con simpleza.
En sus ojos la sinceridad absoluta, como si la respuesta fuera obvia. Dos más dos, obviamente era cuatro. Lo que daría por su padre, obviamente era todo. Muchos ángeles dirían eso, como robots programados para repetirlo una y otra vez. Pero Castiel ya no estaba programado, lo podías ver en su rebeldía constante; sin embargo, su meta seguía siendo la misma. Honrar a su padre.
Uno de los gustos culposos que Lucifer tenia, era la Pasión de Cristo. Quitando todo el punto religioso, la trama era interesante. El sujeto que inspiró esa cruz que Castiel guardaba era Jesús, el mismo que había dicho "Dios mío... ¿Por qué me has abandonado?" en la película que le gustaba a Lucifer. El sujeto había pasado todo, cada cosa que se podía sufrir, y solo en el último segundo dijo eso, cuando ya lo había perdido todo.
Castiel le recordaba tanto a esa película, siguiendo los mismos pasos dolorosos hacia su muerte. Sin embargo, dentro suyo, sabía que Castiel difícilmente dudaría de Dios aunque la muerte estuviese mirándole directo a los ojos.
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Tres Hermanos.
FanfictionLas vueltas de la vida vuelve a juntar a los tres rebeldes de la familia, ¿Cómo harán para no matarse en el proceso?