Única salvación.

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Gabe se reacomodó en su silla, pero no se movería de su lugar. El ángel, sobre la camilla, apenas respiraba. Y como su hermano mayor, Gabriel se sentía en la absoluta responsabilidad de cuidarle todo lo que nunca le cuido.

- Lo vas a gastar de tanto mirarlo. – Dijo Lucifer a sus espaldas, haciendo ruido con el popote de su refresco.

- No despierta. ¡¿Por qué demonios no despierta?! – Gritó en desesperación.

Las lágrimas se acumularon en los ojos del castaño, mientras movía su pierna en algo parecido a un tic nervioso. Estaba perdiendo la paciencia, la fe y la cordura por esta situación.

- Dale tiempo. – Aplacó el mayor. – Está agotado.

- ¿Y si no despierta? – Sopesó los peores finales.

Lucifer se acercó hasta estar a un lado de la silla, mirando al ángel también. Castiel era fuerte y valiente, era testigo de ello; pero allí acostado, estaba tan pálido y débil como un cadáver. Él también estaba preocupado, pero no podía hacer más aparte de todo lo que hicieron ya.

Entonces, Satán escuchó un pequeño sollozo intentando no ser percibido. Gabriel no era tan fuerte.

- Hey, estará bien. – Intento calmarlo sin éxito. – Es cuestión de tiempo.

- ¿Y si ya no vuelve? Digo, ¿Y si no regresa de ninguna forma? – La voz quebrada pretendía ser lo más clara posible.

- No digas eso.

No debía ser ni una posibilidad, ni un pensamiento fugaz, nada. Lucifer no lo permitiría. Arrastraría a su padre hasta aquí si hacía falta para recuperar a Castiel.

El abrazó le tomó por sorpresa. Gabe se aferró a él como si fuese su única salvación. El arcángel menor siempre fue el más fácil de herir, quizá porque sentía demasiado. Por ello se alejaba de todo, por eso deseaba vivir en un mundo hermético en que nadie podía darle una mala noticia. Pero ahora no existía forma de escapar de la realidad y Castiel se moría entre sus brazos sin razón.

Lucifer despeino el cabello ondulado del menor, dándole otro sorbo a su refresco que se había salvado de caer.

- Te prometo que va a estar bien, ¿Si?

Aun recordaba al pequeño Gabriel de aquella vida que parecía tan lejana. Michael era un estresado constante, Raphael un amargado y Lucifer el único que evadía sus responsabilidades y terminaba vagando por el cielo. Gabe le seguía a todas partes porque el rubio era todo diversión, bromas y risas.

Entonces, cuando las cosas iban solo un poco mal y el castaño se sentía frustrado o dolido, corría a Lucifer como su única salvación. El mayor no era cariñoso, solo ponía su mano sobre su cabeza y prometía que todo estaría bien. Gabe no necesitaba más, pues creía en cada palabra del arcángel.

Hasta que las cosas se torcieron, y en vez de consolarle, una tarde oscura, Lucifer le empujó de su lado. Sin razón el rubio se alejó de su familia. No había quien le consolase, y Gabriel tendría que enfrentar la realidad de su familia caerse a pedazos. No quería y no lo hizo, huyendo lejos para estar a salvo.

- Lo conoces mejor que yo, ¿Acaso no sabes cuan fuerte es el pequeño? – Sonrió Lucifer.

Gabe se apartó de su abrazó, mirando una vez más al ángel. Le admiraba por llegar a ser alguien que nunca seria, por enfrentarlo todo sin titubear un segundo.

- Él lo hará. Él despertará. -

Tres Hermanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora