Nunca quise.

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Sam y Castiel preparaban algo de café cuando Jack entró en la cocina inseguro.

- Buenos días. – Le saludaron los mayores, pero el rubio no les devolvió el saludo.

Lo que habia pasado hace un rato aun lo traía confundido. No creía que los Winchester hubiesen dudado un segundo en entregar a Lucifer, mucho más sabiendo cuanto ese tipo iba a torturarlo por puro odio; pero Cas no lo hizo, y Dean parecía enfadado con él por ello. Entonces, ¿El ángel había hecho algo malo o no? Era un ángel, y se supone que su misión es luchar contra el mal, incluso si la victima de ese mal era Satanás.

- ¿Cas?

- ¿Si, Jack?

- ¿Por qué Dean esta enfadado?

El morocho compartió miradas con el cazador, y este se retiró para servir el café en la sala. Castiel guio al menor hasta la pequeña mesa, sentándose frente a frente.

- Dean simplemente disiente de mis decisiones. – Intentó ser lo más neutral posible. - Puede que haya muchas cosas confusas últimamente, pero no tienes por qué apurar tus... decisiones con respecto a lo que sucede. Tienes todo el tiempo para sopesar las cosas, Jack.

- Lo sé. – Dijo, llenó de seguridad. - Por eso confiaré en lo que tú piensas en lo que logró comprender. Pero me cuesta entender porque los demás no lo hacen.

Estaba a punto de marcharse habiendo aclarado con el ángel las cosas. Pero entonces, recordó el unicornio.

- Lucifer... me dio un peluche.

Los ojos azules le prestaron toda la atención, recordando que ese era el regalo prometido.

- ¿Te gustó?

- Es genial. – Sonrió inconscientemente. – Él dijo que era de parte tuya también, por eso, gracias.

El ángel, confundido con eso, frunció el ceño.

- ¿Eso dijo? –

El más joven asintió, provocando una sonrisa en Castiel, que prefirió callar.




Después de un desayuno un poco incómodo, en donde las indirectas muy directas hacia Castiel no paraban por parte de Dean. Pero finalmente cada uno se retiró a sus actividades.

Gabriel y el ángel observaban como, al otro lado de la sala, Jack le mostraba algo en la computadora a Lucifer. El arcángel mayo parecía nervioso e interesado a la vez, provocando la risa de Gabe por su extraño comportamiento.

- ¿De verdad crees que lo haga bien? – Dijo el castaño hacia su hermano menor.

- Claro.

No eran celos, ni envidia... era más bien un deseo. Gabriel deseaba que Cas le mirara como lo hacía con Luci en ese momento, con esa confianza extra que no le concedía a él. Entendia el rencor del menor, lo que no entendia es porque no merecia perdón y Lucifer sí.

- ¿Por qué? –

- ¿Eh? – Cas se giró intrigado hacia su hermano, olvidando la escena padre e hijo.

- ¿Por qué crees en él?

Castiel volvió a mirar al par de rubios, entretenidos en su charla, totalmente ajenos a sus observadores.

- No lo sé exactamente. Pero algo cambio en él. – Intento comprender sus propios pensamientos. – Lucifer es otro. Con quien me cruce en el bar no era el Satanás que conocía, y la forma embelesada en que habla de Jack...

- ¿Qué tengo que hacer para que veas que he cambiado?

La pregunta descolocó al ángel, pues no tenía nada que ver con el tema, al menos para él. Pero notó enseguida la amargura en el rostro del mayor, mirando sus dedos para no voltear. Los pecados de Gabe, comparados a los de Lucifer, no eran gran cosa. Sin embargo, solo basto eso para alejarlos completamente y crear ese constante rechazó de Cas hacia él.

- Quizá... - Sopesó el ángel con cuidado. – no esperaba mucho de él, pero nunca creí que podrías borrarte de mi lado cuando más te necesitaba. Era inconcebible para mí que me hicieras daño.

Gabriel fue su hermano desde el primer segundo en que abrió sus ojos, el primer día de su vida; incapaz de dañarle ni por accidente. Lucifer, en cambio, era alguien que no conoció hasta hace unos años, etiquetado como el más grande villano que sería capaz de lo peor pero jamás de regalarle un peluche a su hijo.

Gabe se comparaba, pero él no podía compararse con su hermano mayor, porque Castiel y él no tenían la misma relación.

- Nunca fue mi intención hacerte daño. – Dijo con la voz forzada.

Sus ojos estaban llenos de lágrimas y no sabía el porqué. Cas le sonrió, no necesitaba nada más que eso para saber que era perdonado. 

Tres Hermanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora