Atrapados... de nuevo.

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Por los siguientes kilómetros, Lucifer y Gabriel continuaron preguntando si ya los perdonaba, pero Cas no cedió en todo ese tiempo. El bosque se terminó, atravesado por una carretera, por lo que cruzaron al otro lado. Y como si los estuviese esperando, el Impala hizo acto de presencia.

- ¿Nos escondemos? – Propuso Gabe.

- Ya nos vieron. – Lamentó Cas, parándose en medio de la ruta con sus dos hermanos.

- No creo estar listo para conocer a Jack. – Dijo Luci, lleno de pánico.

- No te preocupes, probablemente estemos muertos antes de eso. – Alentó el castaño.

Dean dejó el auto a un lado de la carretera, bajando de un portazo.

- ¡¿Dónde demonios estabas?! ¡¿Y qué haces con estos tipos?! – Increpó en cuanto estuvo lo suficientemente cerca.

- Este sujeto me invito a un bar, - señalo a Lucifer que levantó la mano en un gesto de saludo. – y nos secuestró su creación más débil. Me quitaron gran parte de mi gracia y encontré al otro sujeto. – Señalo a Gabe, que sonrió. – Y luego escapamos hasta llegar aquí.

Los tres Winchester escucharon el relato en la voz monótona de Cas, sin creerse una palabra de las aventuras del ángel.

- ¿Y qué hacen... juntos? - Interrogó Sammy.

- Somos seres celestiales sin gracia perseguidos por un psicópata, Sammy. – Expuso como algo obvio Lucifer. - Aún quiero vivir un par de años más.

- Me importa una mierda. – Dijo Dean, apunto de irse. – Sube al auto, Cas, nos vamos.

- No.

El trio de cazadores volvió a girarse, estupefactos por la decisión del ángel.

- Asmodeus está tras nosotros, sería un peligros si...

- También está siguiendo a Jack, Cas. – Objetó el pelilargo.

- Con más razón, no voy a guiarlo hasta ustedes. – Dijo con su mirada apagada. – Además, estoy con ellos. – Señalo detrás de él al par de arcángeles.

- Vamos todos entonces. – Propusó el nephilim en su más inocente sonrisa.

No iba a entrar, Dean estaba más que seguro de que no iban a entrar en su auto. Pero debieron arreglárselas. El bolso de Cas fue dejado en la parte de atrás, y Gabe el elegido para ir sobre el regazó del ángel.

- ¿Por qué yo? – Reclamó, ya en el auto.

- Porque eres el enano. – Se burló Dean.

- ¿Podrías dejar de moverte? – Suplicó el ángel al inquieto castaño sobre sus piernas.

- No estoy cómodo, y mi cabeza choca con el techo. – Objetó.

Así fue todo el viaje, con un alboroto interminable en el asiento de atrás. Luci agregaba comentarios cizañosos, y su hijo reía al otro lado del asiento.  

Tres Hermanos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora