Olivia
Me duele la cabeza. ¿Qué hora es?
Giro mis ojos en dirección al reloj de pared, pero no me da tiempo a leer las manecillas negras cuando siento una punzada atravesarme el cráneo. Arrugo la cara y cierro mis ojos otra vez. Me arden al hacerlo.
Y más me arden cuando siento lágrimas aglomerarse en ellos de nuevo. Ya van tres días seguidos en los que lo primero que hago al despertar es derramar lágrimas. Al principio lloraba a cántaros, pero ahora solo siento unas cuantas deslizarse por mis mejillas. Supongo que el océano de lágrimas que derramé sobre mi almohada anoche ha agotado mis reservas, también si contamos las pasadas noches.
Sorbo por la nariz cuando siento que no salen más y me obligo a mí misma a levantarme de la cama. La cabeza me da vueltas al hacerlo.
Chequeo la hora, pero a diferencia de otros días, esta vez no me molesto en maldecir. Me he levantado tres horas antes de lo usual. De nuevo. No me molesta; la costumbre, supongo. Ya sé lo que viene a continuación y sinceramente no me importa. De todos modos, tengo que aprovechar las pocas horas de soledad que tengo para torturarme a mí misma antes de salir a la escuela y pretender que me siento bien.
De solo pensar en ello las saladas lágrimas inundan mis ojos de nuevo. Veo mi reflejo en el espejo de cuerpo entero y siento mi pecho contraerse de horror. La piel alrededor de mis ojos está hinchada y de un tono oscuro, mi cabello se ve grasiento y opaco desde la coronilla hasta las puntas, mi rostro se ve cuatro veces más regordete de lo normal y ni hablar de mis pobres labios lastimados. Arrugo la cara cuando el líquido salado de mis ojos caen en ellos, ocasionándome dolor.
Pero no me importa.
Alejo mi vista del espejo y me enfoco en buscar mi celular. Recuerdo que lo lancé con fuerza hacia algún lado de mi habitación anoche pero no tengo idea dónde cayó. El montonero de ropa desparramada por el suelo y mi vista nublosa a causa de mis lágrimas no me dejan ver bien, así que con mis pies muevo la ropa e intento dar con él. No tardo en encontrarlo cerca a la puerta sobre más ropa.
Me agacho y veo la pantalla en negro agrietada. Esta vez una esquina se ha despegado porque lo estampé contra el ventanal hace un par de noches. Pero no me importa.
Enciendo la pantalla y veo que tengo varios mensajes, pero ninguno de él.
Me muerdo los labios mientras más lágrimas caen y caen, empapando la pantalla. Los muerdo con tal fuerza que los cortes en ellos se abren y la sangre inunda mi boca y mi olfato. Pero no me importa.
Desbloqueo el celular y las grietas en él me lastiman los dedos. Pero no me importa.
Entro a los chats y el corazón entero se me sale cuando veo que ha cambiado la foto de perfil. Esta vez no contengo el sollozo, los sollozos. El pequeño pedazo de alma que me quedaba cae al suelo y se rompe en mil pedazos. Pensé que anoche todo se había roto dentro de mí, pero ahora confirmo que aún quedaba un poco más por romper. Y esta vez, sí me importa.
***
-Ollie, ¿de qué te vas a disfrazar? – pregunta Spencer.
Levanto la vista de mi almuerzo un segundo.
-No lo sé – respondo totalmente desinteresada.
No tengo ni idea de qué me está me está hablando, no le he estado prestando atención en lo más mínimo.
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In the fall
Teen Fiction[...] Sabe que no los quiere en su hogar; sus propias inseguridades no le permiten darles una oportunidad, ni mucho menos a ella misma de conocer nuevas personas, pero, con el paso de los días, sus sentimientos hacia los dos chicos comienzan a cambi...