21- mi santa

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"Soy capaz de lo Incapaz
Por ti mi cielo
Hago un pacto con el diablo
Y le ofrezco
Mi alma entera si pensar
Que en un futuro
Si ha de ser por no perder tu amor"

...

Edgan ha estado ocupado,  y creo saber lo que está haciendo.  Debe estar vendiendo esos 10 kilos.  Me preocupo bastante y tengo el leve presentimiento de que esto tendrá secuelas graves.  Todo lo que se hace mal en la tierra,  de alguna manera se paga. 

Aunque Edgan tenga buenas intenciones,  no le quita que le esté haciendo daños a los demás.  ¿Que será de aquellas personas que lo consumen?  Los que intentan salir del vicio y por la existencia de esa sustancia,  no pueden salir de ahí. 

Entiendo que cada quién decide como arruinar su vida,  pero también comprendo que todos merecemos una oportunidad de vivir libre de peligro.  Edgan está buscando la suya,  yo también busco la mía a través de él.  Sin embargo,  no siempre tenemos el resultado deseado. 

Si bien pensé que todo estaba mejorando en mi casa,  me he equivocado.  Al subir a mi cuarto me encontré lo peor,  mi ventana tenía hierro por fuera.  Eso me había asustado bastante y a la vez enojado. 

Y sigo aquí mirando desde mi cama y preguntándome ¿por qué lo hicieron?  ¿Ya se enteraron que Edgan entra a mi cuarto?  Pero sobre todo,  ¿quién les dijo eso? 

Escucho el ruido del auto entrar al garage y bajo rápidamente a esperarlos. 
Me quedo estática frente a la puerta,  con los puños apretados.  Frunzo mis labios y mis ojos se humedecen de la rabia. 

Y abren la puerta. 

—¿Por qué?  —pregunto temblorosa—. ¿Por qué me hacen esto? 

Joshua mira confundido y mi madre parece saber lo que ocurre.  Entre y deja su abrigo colgado detrás de la puerta. 

—Te lo has buscado —responde como si nada—. Aparte de que te ves con él fuera de casa,  tiene la poca decencia de meterlo en nuestra casa, en mi hogar,  donde te he dado educación.  ¿Por qué haces esto,  Zoe? 

Una lágrima resbala por mi mejilla y mi rabia aumenta.

—No debieron hacer esto,  ¿quién les dijo eso? 

Joshua no dice nada,  nunca se involucra en los problemas de reclamos de mi madre.  Me ignora y se aleja hacia la cocina mientras ella se acerca a mi. 

—Las cosas han cambiado Zoe,  no soy tonta.  Me entero de todo.  Te has escapado varias veces con él,  lo has metido en tu cuarto por si fuera poco.  Nos has faltado el respeto ¿y así quieres que te sigamos apoyando?  Tienes diecisiete años,  vives en mi casa y si no te adaptas a mis reglas,  ya sabes cual es tu opción. 

Me desplomo a llorar e intento decir algo,  pero no puedo. 

—Te lo he dicho mil veces y te lo repetiré de nuevo —añade y cierro mis ojos soportando mi llanto—. Edgan no es para ti,  no me gusta para ti,  no quiero verte con él y si sigues a su lado buscando una muerte segura,  creeme que como madre,  estoy para prevenirte.  Si a costa de tu voluntad no lo aceptas,  entonces me veré en la obligación de prohibirte salir de tu casa. 

Ante eso abro los ojos horrorizada,  ya llegado hasta lo último de mi paciencia. 

—¡No lo harás!  No entiendes que lo quiero,  yo...  No voy a ceder a nada de lo que me pidas.  ¡Te odiaré más si sigues haciéndome este daño! 

—El daño te lo haces tú.  Vas a comprobar que no me equívoco y te veré arrodillada suplicando perdón...

—Antes muerta que eso.  No soy de contar mis problemas y buscar consuelo de nadie.  Con prohibirme no harás nada. 

El malo (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora