51- obra maestra

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Para calmar los nervios que teníamos mi madre y yo,  Joshua tuvo que prepararnos  un té de manzanilla.  Nos calmó un poco,  luego ella me dijo que también tuvo la dicha de soñar con Azael y que le pedía que ya no sufriera,  que él estaba en un buen lugar,  que nos cuidaba.  Ella nos  comentó que después de ese sueño había cambiado todo,  que se había resignado a su partida aúnque aún le dolía recordarlo.  Me dijo que fue mucho más doloroso porque ella desde que supo que nos tendría nos amó y a pesar de ser tan joven ella si anhelaba tenernos a ambos. 

Mientras relataba me di cuenta que Edgan nos miraba y a la vez agachaba la mirada como si recordara algo.  Lo veo afligido y triste,  mirando un punto  fijo en el suelo,  y mi madre se detiene,  también lo mira.  Edgan limpia sus ojos deteniéndole el paso a sus lágrimas. 

—Amor,  ¿qué pasa?  —inquiero arrodillandome y tomando su mano,  él me mira con sus ojos rojizos y niega con la cabeza. 

—No es nada,  perdón —dice con una voz rasposa. 

—Sé que algo te pasa —susurro mirándolo y me abraza de repente.  Correspondo elevando mi cuerpo para estar a su alcance. 

—Recordé a mi madre y...  Bolis —solloza y absorbe su nariz—. Los extraño muchísimos Zoe,  no sabes cuanto —susurra apretando mi cuerpo al suyo,  dejándome con poco acceso al aire.  Pero también lo aprieto de la misma manera porque me conforma que ambos nos consolemos. 

—Lo siento amor,  yo también extraño a Bolis. 

—Edgan, —escuchamos la voz de mi madre y nos separamos.  Edgan limpia sus mejillas y se levanta al instante no sin ayudarme a hacer lo mismo.  Ella lo mira con seriedad buscando la forma de hablar sin parecer molesta o eso creo—,  sé que eres un buen chico y que no tuviste la culpa de haber nacido en una familia difusional,  que tampoco debo juzgarte por el destino que te impulsó la vida a tomar.

» Sé que amas a mi hija y me lo demostraste cuando te pedí que te alejara de ella si de verdad la amabas.  Lo hiciste por amor,  son esos los sacrificios que valen la pena,  aquellos que protegen a tus seres queridos por encima de todo.  Sé que reflexioné algo tarde pero a la vez a tiempo.  Por eso no te daré la mano de mi hija,  te daré la bendición,  a ambos,  para que se apoyen mutuamente,  se amen y se cuiden uno del otro.  Tienen mi bendición como madre y como suegra. 

Ambos nos quedamos sorprendido pero sin duda Edgan lo tomó mejor. 
Ella le tendió la mano y él terminó abrazandola. 

—Gracias gracias madre,  perdon suegra, prometo cuidar de Zoe y de ustedes también,  gracias —exclamó emocionado y al soltarla me cargó y me besó entre el aire. 

—¡Al fin,  al fin aceptaste a Edgan!  —gritó mi hermanito soltando una pelota de fútbol y corriendo hacía Edgan.  Lo abrazó e hicieron un truco de saludo con la mano. 

—Gracias por siempre creer en mi,  Joseph —murmuró Edgan dejando a mi madre sorprendida.  No sabía que ambos ya eran amigos.  Yo lo sospechaba hasta confirmarlo.

—¿Ustedes ya se habían visto antes?  —preguntó mamá y se rieron. 

—Si,  me perdona suegrita pero su hijo siempre fue mi amigo.  Desde que pequeño me comentaba lo triste que estaba Zoe sin mi y hasta cuando estuve en la cárcel me comunicaba con él,  sabía que tan bien estaban todos y eso me alegraba mucho,  no me sentía tan solo.  También cuando salí de la cárcel nos vimos varias veces,  era un secreto. 

Mamá toma de la oreja a Joseph sin apretarle y este se ríe. 

—¡Asi que me ocultabas cosas,  muchacho indecente!  —mencionó seria pero terminó riendo.  Joshua se nos unió trayendo consigo un vino y cuatro copas. 

El malo (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora