28- pero me acuerdo de ti

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"Pero me acuerdo de ti 
Y otra vez pierdo la calma 
Pero me acuerdo de ti 
Y se me desgarra el alma 
Pero me acuerdo de ti 
Y se borra mi sonrisa 
Pero me acuerdo de ti 
Y mi mundo se hace trizas"

(No aplicaré títulos de Romeo mientras Edgan no esté en la historia,  desde este capítulo sólo contará como Zoe supera todo con el paso del tiempo) 

...

¡Son policías! 

Mierdas...

Corre Zoe... 

Ya habrá tiempo de saber quién te susurró eso. No importa ahora,  sólo importa correr. 

¿Hacía donde? 

Miro la puerta del patio y tomo el foco metiendolo por el interior  de mi pantalón,  si lo dejo tendría mis huellas y me lleva el demonio. 
Abro la puerta rápidamente y la cierto con el corazón  acelerado.  Respiro profundo.  Escucho que abren la puerta principal y miro las tablas que dividen con la otra casa. 

Mierda...

Si,  eso se me va a salir a mi por pendeja. 

Corrí más rápido y me subí encima de un tanque,  la adrenalina casi me hace volar y termino lanzándome del otro lado.  Caigo aplastando mi brazo y siento un dolor profundo. 

¡Ay carajo!  No debí hacer esto.  Estúpido Edgan,  no debiste mandarme. 

Corro y puedo escuchar los policías rodeando todo el lugar y buscando.  Sólo veo una casita de perro. 

¿Y si el perro me come?  ¿Y si es un Pitbull?  Ay mierda,  no...  No puede estar pasándome a mi.  Sólo me queda pocos segundos hasta que veo mi única salida que no sea meterme en casa del perro.  Veo un montón de hojas acumuladas hasta formar una pirámides enorme.  Me meto en ella como puedo,  tratando de ocultar mi cuerpo y puedo escuchar la policía cruzar para este lado. 
Todo es oscuro,  casi no puedo respirar bien,  huele a tierra y a hojas.  Mi corazón suena lo suficiente como para retumbar mis oídos.  ¡Bum,  bum,  bum! 

—Sea quién sea no pudo haber ido lejos.  ¡Busquemos por aquí,  y ustedes busquen por las demás casas! —exclamó un policía y cada vez estoy más asustada.  Intento no moverme y que las hojas caigan.  Ruego a Dios que no haya brisas.  Estoy nerviosa y temblando. 

Ellos rodean,  el perro ladra bastante y no puedo ver nada.  Me he metido casi en el medio de este embrollo. 

«Que se vayan,  por favor Diosito,  por favor bolis,  dale un buen susto como me lo diste a mi»

—¿Escucharon eso?  —preguntó unos de los policías. 

—Si, fue un ruido,  vino de la casa.  ¿Será que sigue metido ahí?  —dijo el otro. 

—Vamos —exclamó el primero que habló.

Escucho pasos que poco a poco se van alejando hasta que queda un gran silencio.  Abro los ojos y hago espacio lentamente entre las hojas.  No veo a nadie,  igual no puedo salir. 

Trato de salir de las hojas,  hago un esfuerzo y cuando lo consigo me encuentro con una gran cabeza que me lleva el aliento enseguida.  El corazón está a punto de salirse. 

Respira profundo,  es solo un perro.  Un perro grande que no te hará nada. 

—Hola perrito  —susurro temblorosa.  

Y no es Pitbull,  es un bulldog.  Y me ladra asustandome por completo. 

—No,  no perrito.  No ladres. Sólo quédate quieto,  seremos amigos y te traeré galletitas —le susurro haciendo un amago de acariciarlo,  pero tengo miedo. 

El malo (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora