12- perdí el control

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" Dime por que no me amas 
Aunque sé muy bien que no voy a entender 
Siempre he tenido la suerte 
Con mis labios asfixiar a una mujer 
Pero hoy estoy perdiendo el control 
Los truquitos que tenia he perdido por amor "

.

....

—Esta es mi pequeño hogar —murmura al abrir la puerta e invitarme a pasar. 

Me quedo observando,  si bien afuera pareciese estar abandonada,  por dentro es lo contrario.  No es que sea una casa que me haga decir "Wao" Pero todo dentro es muy impecable.  Es como si se hubiese tomado tiempo para limpiar antes de traerme.  Lo primero que puedo apreciar es que al lado derecho hay un comedor de cuatros sillas en caoba.  La cocina se ve desde la entrada y es pequeña con una isla en medio. Por dentro es color crema y las cortinas son marrones.  Veo a mi izquierda y allí hay un sofá cama color negro,  un plasma a una esquina de algunas cuarenta pulgadas y un pequeño mini bar.  Juro,  que esto es demasiado para lo que imaginé de Edgan.  Pensé que vivía como los perros abandonados. 

Pero ahora me trago mis palabras al Fondo por haber pensado mal.

—¿Está muy linda?  ¿Es tu casa o la alquila?  —inquiero mirando al alrededor.  Él cierra la puerta y pasa por delante de mi. 

—Es mi casa,  me la dejó mi madre pero no es oficialmente mía hasta cumplir los veintiuno. 

—Oh, entiendo. —camino hasta el comedor y pongo el bolso de comida encima de la mesa—. ¿Y bolis? 

—Debe estar durmiendo o quizás haya salido —respondió acercándose. 

—Bueno,  entonces vamos a comer de esto. 

Él se sienta a mi frente y abre los empaques de comida.  Pronto empezamos a comer y me entremezco al sentir el sabor de los rollos primavera. 

—¡Oh por Dios,  que Rico!  —gimo y cuando le miro él me está observando sonrojado.

—¿Te gusta?  —inquiere y asiento tragando todo. 

—Delicioso —añado riendo.

—Me gusta como gimes —suelta y pongo los ojos en blanco. 

—No estaba gimiendo,  solo saboreando —respondo restándole importancia. 

—Saborear es probar algo,  gemir es gritar la emoción.  Creo que son cosas diferentes. Aunque podría decirse que has hecho ambas cosas en mi sueño. —y pum,  esto me deja sonrojada y bastante avergonzada recordando lo que soñé. 

Y decido jugar con su mente.

—Yo también me soñé contigo. 

Él levanta sus cejas y sonríe haciendo a un lado el plato para dedicar su atención en mi. 

—Quiero saber que has soñado conmigo. 

Y me río.

—Uy,  créeme que no podría decírtelo,  no has hecho esas cosas —digo lo mismo que me dijo aquella vez y se ríe. 

—No intentes burlarte de mi,  sí he hecho lo que has soñado —añade con su aire de superioridad. 

—En realidad no puedo decírtelo,  no estás preparado para lidiar con un gran problema.  Podría despertar algo grande. 

Intento no reirme y verme lo más seria posible pero él no coopera. 

—¿Tienes pene?  —es su primera estúpida pregunta que su cerebro es capaz de procesar.  Y me río de eso porque soy más estúpida. 

El malo (Finalizada) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora