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La alarma sonó a las 5:45 a.m. como la había programado la noche anterior, despertando a Liam con una alegre canción de Ariana Grande. El rizado se quejó un poco mientras se estiraba, y después de alejar un poco el sueño tallando sus ojos con los puños, tanteó con una de sus manos sobre el buró al lado izquierdo de su cama hasta dar con su celular. Lo tomó, lo colocó frente a él y deslizó uno de sus dedos por la pantalla para apagar la alarma.

Se quedó un par de segundos mirando al techo, sin muchas ganas de levantarse tan temprano, pero al pensar que vería a sus amigos en la preparatoria, se animó. Contó hasta tres mentalmente y se levantó, quedando sentado en la orilla de su cama para posteriormente colocarse las pantuflas y levantarse, llendo directamente a tomar una ducha en el baño de su habitación.

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Veinticinco minutos después, ya estaba bañado y con el uniforme puesto; este constaba de un pantalón verde oscuro, una camisa blanca de botones en maga larga y con cuello, una corbata a franjas verdes y azules siendo divididas por unas líneas más delgadas en color dorado, un suéter azul marino de botones que dejaba ver la corbata hasta el pecho con el escudo de la preparatoria en el lado izquierdo superior y un par de zapatos negros.

Se dio un último vistazo en el espejo para asegurarse de que sus rizos no se vieran demasiado desordenados y bajó hasta el comedor para desayunar únicamente con su padre, cosa que hacían cada mañana de los cinco días hábiles.
—Buenos días, papi —saludó con una pequeña sonrisa, para después dejar un beso en la mejilla de su progenitor e ir hasta su propio asiento.

—Buenos días, hijo —saludó Geoff, devolviéndole la sonrisa, y ambos comenzaron a desayunar en un cómodo silencio.

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Al terminar con sus alimentos, Liam llevó sus trastos sucios al lavavajillas y, con un nuevo beso en la mejilla de su padre, se despidió de este, tomando su mochila y colgándosela de un solo hombro para salir a su porche a la esperar de el señor Alejandro Cabello, quien era padre de su mejor amiga Camila y el encargado de llevarlos a la preparatoria.

Su espera no duró mucho, pues los Cabello llegaron al cabo de unos treinta segundos.

La puerta trasera del automóvil negro fue abierta por Camila, quien azomó únicamente su cabeza para saludarlo:
—¡Hola, Li! —dijo audiblemente feliz.

Liam sonrió y cruzó su patio delantero para llegar hasta ellos. Subió al coche junto a su amiga, cerrando detrás la puerta que ella había abierto para él y sólo entonces devolvió el saludo:
—Hola, Mila —dijo, antes de dejar un beso en su mejilla de la nombrada—. Hola, señor Alejandro —saludó al hombre detrás del volante.

—Hola, Liam —respondió el mayor, quien también era portador de una cálida sonrisa—. ¿Listos para sacar muchos dieces hoy, chicos? —cuestionó, mirándolos por el espejo retrovisor.

—Estamos listos para intentarlo, pa' —respondió Camila, haciendo reír levemente a su padre y a su amigo.

—Bueno, con eso me basta —Dicho esto, Alejandro puso el automóvil en marcha. Ya solo faltaba una parada más en casa de los Styles y se irían directo a la preparatoria.

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Al llegar al domicilio de su ojiverde amigo, Camila pidió a su padre tocar el claxon, pues este no se encontraba fuera de casa. Alejandro no dudó en complacer a su hija e hizo sonar la bocina del coche un par de veces hasta que el segundo rizado salió corriendo hasta ellos.
—Lo siento, me quedé dormido —dijo Harry, mientras se acomodaba también en el amplio asiento trasero. Besó la mejilla de sus amigos y cerró la puerta—. Buenos días, señor Alejandro.

Mi perdición || ZiamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora