Siempre fui tu segunda opción.
No lo supe al conocerte, me adentré ciega en un mar turbulento. Tu camino se había cruzado con el mío, pero en él ya había alguien más.
No fue inmediato, pero la verdad siempre sale a la luz, y no fue diferente conmigo. Fui tu segunda opción, esa que te hacía reír, el soplo de aire que refrescaba tu alma, la excusa para salir de la rutina, a quien no debías rendirle cuentas.
Yo te daba todo, pero vos me dabas migajas.
Pero no pude reclamarte, porque no existían títulos, para mí éramos amigos, para vos conocidos.
Y así pasó el tiempo, llorando por ella y riendo conmigo. Hasta que un día dijiste basta y separaste sus caminos.
Creí que era el momento de recibir más de lo permitido.
Pero llegó otra chica y tras ella otra más. Y yo seguía siendo la tonta que no te podía dejar.
Hasta que te adentraste en una tormenta y decidiste dejarme atrás, tu paraguas no era apto para otra persona más.
Fue mi turno de apartarme y dejarte continuar, y así pasó el tiempo, tu por allí y yo por allá.
Hasta que un día en mi camino te volviste a cruzar, me hablaste y sonreíste y mi traicionero corazón se volvió a acelerar.
Pero las verdades siempre salen a la luz y así me pude enterar, que hacía un par de días tu relación se había acabado sin más.
Y así fue que comprendí, que lo de tonta me va genial.
Porque yo estaba cayendo otra vez por ti, cuando ante tus ojos yo seguía siendo igual que años atrás.
La segunda opción que no quieres dejar.