Entre abro la ventana y veo a través de la rendija el panorama que esta me muestra.
El día está soleado, las calles sucias y la indiferencia intacta.
Suspiro antes de moverme hacia uno de los laterales, el izquierdo para ser más específica. De ese lado vive un señor canoso, aunque ya se encuentra prácticamente calvo, y con los lentes bifocales mal puestos. A pesar de que su aumento es altísimo, su ceguera es nula cuando de observar la calle se trata.
Él lo ha visto todo, desde el nacimiento de Jesús, hasta la caída del imperio romano desde las rejas de su portón. Seguramente pueda contar con lujo de detalles como la señora C discutió con la señora A, hasta el día en que el señor B decidió intentar dar fin a su vida tomando lo que en su momento creyó era acetona, pero terminó siendo nada más y nada menos que una tónica vencida.
Él siempre ve, lo ve todo, pero nunca actúa. Ha visto mil injusticias, ha maldecido a ladrones y llorado a perros atropellados, pero jamás ha ayudado a nadie.
"La edad no me lo permite" es lo que argumenta.
Hoy se encuentra sentado en su vieja silla gris que antes, según cuentan las malas lenguas, solía ser blanca. La calle está desierta, así que no hay historias para añadir al baúl de recuerdos.
Me aproximo al otro extremo, el derecho.
De ese lado vive mi vecina N, con su esposo, su hijo y sus cinco perros.
Ella, a diferencia del calvo señor denominado vecino I, nunca ve nada, y siempre hace lo correcto.
Ella jura que su basura no cuelga fuera del contenedor, aunque siempre veo bolsas llenas de esos feos panes que solo ella compra en el supermercado desparramados por el asfalto, junto con las cajas de color "negro azabache 310" con el que ella presume teñir su pelo.
Jura que entierra perritos atropellados y que nunca fomenta chismes, aunque siempre es la primera en criticar a la vecina C, por su falta de consideración por los vecinos a la hora de poner su música "diabólica".
Es de esas vecinas que te hornean un pastel y le pone mantequilla extra, no porque te quiera, sino porque eso supone colesterol alto y con el se tapan las arterias, causando la muerte. Le gustan las historias dramáticas.
Hoy se la ve cortando el cerco, mientras con nada de disimulo observa a la vecina C, la cual sin nada de consideración le saca el dedo medio.
La vecina C es una mujer relativamente joven, a quién le encanta la música a tope hasta las cinco de la mañana, las fiestas, los gritos y las discusiones entre vecinos. Cada vez que la señora del B se queja diciendo que llega tarde al trabajo por la falta de sueño
-culpa de la vecina C por sus interminables fiestas semanales- la vecina del C suelta a su enorme pastor alemán para que haga del número 2 en el patio de la vecina B.Hoy está escuchando reggaetón, mientras discute con su pareja por sabrá quién qué cosa.
Cierro la ventana y suspiro, mientras tomo mi café con leche. Estos son mis vecinos, los indiferencias, poco empáticos y sumamente chismosos vecinos que me tocaron en este insípido barrio.
Y yo soy la vecina silenciosa, que observa todo lo acontece, y aún así cierra la ventana.
No por indiferencia, sino porque a veces, hay cosas que uno no puede corregir de los otros.