Azul
La observo entre la multitud.
La fiesta electrónica está en pleno apogeo y ella no es menos que nadie.
Se ve libre, tan libre como el viento.
Su pelo es de un raro color azul luminoso, una pequeña estrella entre un mar de gente, un mar lleno de oscuridad.
Parece una pelotita de ping-pong, saltando de aquí para allá con una sonrisa en el rostro.
Ella ríe y salta, arriba y abajo una y otra vez con su pelo flotando y sus ojos volando.
Mueve sus brazos al son de la música, pero sin seguir el ritmo. Ella es libre, tan libre como a mí me gustaría serlo.
La sigo observando por lo que resta de la noche, hasta que la pequeña chica saltarina se aburre y camina lejos de la fiesta, a la orilla del mar para ser exactos.
La sigo desde lejos, con las manos en los bolsillos pensando en una forma de iniciar una conversación medianamente coherente entre ambos.
La veo echarse a correr y luego tropezar con la arena. Corro a toda velocidad y la ayudo a levantarse.
-¿Te encuentras bien? -Pregunto. Ella sólo ríe y comienza a sacudir su ropa.
-Fue sólo un tropezón de los muchos que tendré en mi vida. -La miro extrañado - ¿Es que nunca te has caído? -Pregunta.
-Sí.
-¿Y nunca te has levantado?
-Sí, sino no estaría aquí ahora.
Ella sonríe y niega con la cabeza.
-Puede que eso sea lo que te mantiene aquí. Sigues tirado en la arena, recostado, esperando a que alguien venga y te levante. Resignado a avanzar a menos que sea con ayuda.
»Puede que muy en el fondo pienses que sigues en pie, luchando,viviendo un nuevo día cuando en realidad no haces más que dormir frente al mar.
¿De dónde salió ésta chica?
-Soy Kian. -Extiendo mi mano y ella la estrecha con sus intimidantes ojos azules posados en los míos.
-Mucho gusto, Kian. Mi nombre es Azul, y mi sueño es ser tan libre y brillante como una estrella.
-Pero las estrellas están unidas al cielo nocturno, siendo esclavas del universo.
-Es preferible ser esclavo de lo inmenso, antes que ser inmenso en un planeta esclavo.
La miro fascinado y vuelvo a preguntarme ¿De dónde salió esta chica?
Seguimos caminando uno al lado del otro por la costa, zapatos en mano, mientras mojamos nuestros pies con las pequeñas olas.
-Es hermoso. -Susurra.
-¿Qué?
-El mar, es hermoso. Tan oscuro y tenebroso de noche, tan cristalino de día.
-Sí, pero es peligroso y engañoso. -Vuelve a reír y me mira fijamente mientras niega con la cabeza.
-No, Kian. El mar no es engañoso. El nos advierte, nos dice "Temed a mí, y no os confieis de lo que veis. Pues soy más profundo de lo que aparento, y más violento de lo que demuestro" somos nosotros los que nos engañanos todo el tiempo.
《Lo mismo sucede con las personas, Kian. Creemos conocerlas, creemos saber quienes son, pero no es cierto. Si no somos capaces de conocernos a nosotros mismos ¿Cómo podemos suponer que somos capaces de conocer a otro? Somos ingenuos y vemos lo que queremos ver. Los peligros siempre están, es nuestro error el creer que somos más temibles, más fuertes, más peligrosos, cuando somos los más débiles de todo el universo.
«El hombre no es fuerte, es un ser débil que necesita estar constantemente protegido para sentirse poderoso, y aún así sigue sintiendo miedo aunque no lo demuestre.
-El miedo no te hace débil, te hace fuerte.
-No, Kian. No es el miedo quien te vuelve fuerte, es la capacidad de admitirlo quien lo hace.
-Siento que acabo de conocer a mi propio oráculo. -Sonrío.
-Me gustaría tener todas las respuestas, pero no lo hago. Es necesario ser un ignorante de vez en cuando.
Llegamos al final de la costa y Azul me mira sonriente. Le devuelvo la sonrisa un tanto triste.
-Adiós, Azul.
-No es un adiós, tontito. Es un "Hasta que el destino nos reencuentre".
-¿Crees en el destino?
Azul comienza a alejarse y cuando pierdo toda esperanza de escuchar una respuesta es cuando grita.
-¡No creo en la casualidades!
Cuando pierdes la esperanza es cuando los milagros nacen.
Lo escribí hará unos tres, cuatro años. Pero me sigue gustando igual que el primer día.