El punto de no retorno.
He oído a muchos hablar sobre él, ese punto, donde el tiempo se detiene y se dispersa el humo que solía nublar tu mente.
Es un punto único, donde la cabeza se alinea finalmente con el corazón, y ya no existe ser capaz de hacerte daño.
Es ese punto exacto que te hace entender que no necesitas otros, que contigo da y sobra, incluso para alimentar otros pueblos.
El punto de amor propio, de concientización, el inicio del camino.
La vida antes de este punto se basaba en sufrimientos innecesarios, heridas auto-infringidas, noches de insomnio.
Pero ahora llegaste al punto de no retorno, ese punto donde comienzas realmente a ser tú mismo, porque ahora ya no existen barreras, imágenes, estereotipos. Sólo tú, mano a mano con tu reflejo, cien por ciento conciente de tus actos, viviendo sin miedo.
Ya no hay verdugos, ni limbos. Ya no te buscas, te encuentras. Ya no luchas, dejas ser.
Eres tú, en tu mejor versión.
El punto de no retorno, así es como le llaman.
Yo, por otro lado, le llamo el comienzo de la vida. O el encuentro contigo mismo.
El punto de partida.
O de inicio.