¿Buenas o malas noticias?

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Estaba estresado, jodidamente estresado. Una maldita alma se había escapado por culpa de los imbéciles de sus súbditos. Tenía a los culpables pero no el alma, por lo que desató una operación para revisar cada rincón del infierno y traer esa alma, para que pudiera asegurarse de que recibiera el doble de tortura del que estipulaba su expediente.

Su teléfono sonó mientras estaba dando órdenes, lo ignoró y prosiguió. Sonó una vez más antes de que el grupo de demonios se retirará, y lo tomó.

- Cassie. Love. Vida. Estoy ocupado. – Suplicó piedad. – Más tarde te habló.

Colgó antes de permitirle al ángel hablar.

- ¿Algo? – Interrogó a uno de los súbditos que entro.

- Aún no, señor. – Dijo tímidamente el otro.

Y otra vez sonó su teléfono. Se decidió a ir directamente al bunker. Castiel estaba en la sala, solo. Dedos entrelazados sobre la mesa, y mirada preocupante.

- Cas, de verdad estoy con un enorme lio allá abajo, sea lo que sea tengo poco tiempo. – Explicó. 

- Es importante. – Dijo el ángel, había algo alarmante en su voz.

- ¿Más importante que el infierno? No digo que no seas importante, - Se defendió antes de que se enojara. – Pero el infierno es mucho muy importante.

- Estoy embarazado. – Soltó sin más.

A veces Castiel era demasiado directo, y a Crowley le costaba procesar la información tan pesada que le daba. Bien, comencemos por el significado de sus palabras. ¿Embarazado? ¿Bebé? ¿Ser demonio no te hacia estéril? ¿Los ángeles se embarazan?

Mientras trabaja resolviendo sus problemas, ignorando de vez en vez las llamadas del mayor, jamás se le pasaría por la cabeza una noticia así. Quizá esperaba una reprimenda por algo o alguna mala noticia, pero no esto. De todas formas, ¿Esto era una mala o buena noticia?

- ¿Estás bien? – Interrogó el ángel.

Al parecer la palidez de Crowley rozaba el blanco del papel, parecía a punto de desmayarse. Volvió a respirar con normalidad y salió de su parálisis temporal.

- Perfectamente. – Mintió.

De pronto, y dándole un segundo ataque al corazón al Rey del Infierno, dos explosiones de papelitos de colores sonaron a su espalda, y los coloridos círculos comenzaron a caer.

- ¡FELICIDADES!

Sam, Dean, Acatriel y Jack parecían más felices que el propio padre de la criatura, que no salía de su estupefacción del to. Fue entonces cuando el ángel se permitió sonreír, contagiado de la alegría de los cuatro recién llegados.

- ¿Feliz, papá? – Acatriel pasó su brazo por sobre los hombros de Crowley. - ¿Eh?

- Claro... - Fingió una sonrisa.

Ese gesto falso, apagó por completa la felicidad de Cas, volviendo a su carácter de siempre. La verdad, el ángel no tenía una hipótesis de como reaccionaria el demonio, no todo en su vida salía como lo esperaba y estaba acostumbrado. Le dio la noticia en un tono neutral porque no tenía idea de cuál sería su siguiente movimiento. Sin embargo, no pudo evitar que doliera su rechazo.

- No te estoy pidiendo que lo aceptes o me apoyes. Es mi hijo y no te necesito. – Sentenció antes de marcharse a su cuarto.

Silencio. Acatriel lo golpeó en el hombro, un poco fuerte para ser amistoso.

- Te hundes más rápido que el Titanic y ni necesitas iceberg. – Reprochó. 

Guerra 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora