Su vida había tomado un tono de perfección que daba hasta miedo. Todo se llenó de melodías de cuna, balbuceos, aroma a bebé y Castiel balanceándose con una sonrisa suave. Muchas veces solo se quedaba observando, como fotografiando el momento, intentando tatuarlo en su vida.
Hasta los asuntos del infierno iban a la perfección.
El bebé se durmió y fue su turno de acurrucarse con el ángel. No quiso cerrar los ojos, deseaba quedarse mirando el azul de los ajenos durante toda la noche.
- ¿Qué haces? – Sonrió Cas.
Últimamente, era el único gesto que hacía, y el más nuevo. Era feliz, y un millón de sonrisas no era capaz de expresar cuan feliz era el ángel.
- Lamento haber maldecido al Moose por condenarme a esto. – Bromeo Crowley. – ¿Debería darle un presente o algo?
- No creo que lo hiciese a propósito, ni siquiera se lo imaginaba.
Pasaron un par de horas charlando, pero el trabajo peso en el demonio, que terminó cediendo al sueño.
La mañana siguiente, Crowley volvió al trabajo. Las puertas se abrieron una segunda vez esa mañana, pero los demonios temblaron el doble. Muchos se escondieron en donde podían, y otros bajaron la mirada.
Castiel se abrió paso como si fuese su casa y con su bebé en brazos. Tamiel era tan inocente, que no veía el terror que su madre impartía en el lugar. Crowley se sorprendió de verlo, pero al notar la mirada de su pareja, supo que estaba jodido. Los demonios con los que trabajaron se retiraron sin orden, caminando lo más rápido posible.
- ¿Qué hice? – Lamentó antes de tan siquiera saber el motivo.
- ¿Sabes porque traigo cargando a Tamy? - Interrogó Cas, con una energía asesina que no tranquilizaba a nadie.
Crowley elevó los hombros, sin encontrar una respuesta.
- ¿Dónde está su portabebés?
Y el demonio siguió sin saber que responder. Recordaba haberlo usado antes de que Cas llegará, y unos días después quizá... pero... era todo. Podía haberlo dejado en su habitación, pero estuvo allí no hace mucho y no estaba. Tal vez en la del ángel, pero si Castiel estaba aquí, era porque ya había dado vuelta el bunker en su búsqueda.
- Lo perdiste. – Dijo el ángel, masajeando su sien con la mano libre. - ¡Perdiste el Portabebés, Crowley!
Al contrario de lo que haría cualquier bebé, viendo a su madre gritar de esa forma, Tamiel rio.
- ¿Cómo se supone que lo llevaré de cacería? – Refunfuño el ángel.
- ¿Qué? ¿Te vas a llevar a Tamy de cacería?
Crowley se puso de pie y se acercó a su familia. En seguida, Tamiel alargó sus manitos para que su padre lo alzara.
- No lo voy a dejar solo en el bunker. – Obvio.
- Pero puede quedarse aquí. – Abrazó al pequeño contra sí. – Yo lo cuido mientras no estés.
Cas lo pensó un momento, Crowley se había hecho cargo de él antes, y no existía porque dudar.
- Bien, tengo el bolso en el auto. – Dijo, yendo a por las cosas del bebé.
Con Tamiel en un brazo, justo después de asegurarse de que el ángel estaba fuera, tecleó en su celular.
Crowley: Help me, mom!!
La bruja blanqueó los ojos a la pantalla de su teléfono, sabiendo perfectamente porque su hijo se denigraba a rogarle ayuda. Tomó dos sorbos más de su té, se puso su abrigo, y marchó, lista para cuidar a su nieto.
ESTÁS LEYENDO
Guerra 2.
Hayran KurguLa historia de esta pareja de enemigos continúa. Esta vez, el destino se salta todas las expectativas, poniendo un nuevo desafío para Crowley y Castiel. Crowstiel