Un "Te amo" de adiós.

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Odiaba su maldita vida. Tamborileando los dedos en su trono, observaba a Tamy ser lanzado y atrapado en brazos de Lucifer. Le resultaba ofensivo que su pareja confiara más en el jodido Satanás para cuidar a su bebé, que en el propio padre de la criatura.

Castiel estaba furioso con él. Después de lo que paso, se mantuvo en modo cactus todo el día con Crowley. No era justo que se enfadara, él quería irse de cacería con un bebé, ¿Cómo podía reclamarle por perderlo cinco minutos? Además, no es como si le hubiese pasado algo a Tamiel.

- Estúpido ángel. – Masculló por lo bajo.

Lucifer lo escuchó, cargando al bebé y acercándose al demonio.

- ¡Eh! ¿Por qué tan malhumorado e insultando a tu mujer? – Bromeó Luci.

- Ocúpate de tus propios asuntos.

Tamiel arrugó la nariz en disgusto al igual que Lucifer.

- Eres mi engendro. – Dijo Satán, fingiendo preocupación. – Me preocupa que tu vida sexual sea más pobre que la de un cactus, si Castiel te deja.

- No soy tu engendro.

- ¡Oh, sí que lo eres! Y resulta que tienes un hijo con tu tío, o sea, mi hermanito Cassie. – Sopesó el arcángel. – Lo que convierte a Tamy en mi sobrino y nieto. – Miro al bebé en sorpresa. – ¡Dile hola al abuelo Luci!

El infante aplaudió y rio con el mismo entusiasmo que el rubio, aún más feliz cuando Lucifer dio una vuelta de festejo.

- ¿Me puedes explicar cómo es que Tamiel te soporta? Si no puedes cuidar una planta sin que se seque. – Objetó el menor.

- Encanto, baby. Tengo encanto.

Crowley no estaba muy seguro de cual era peor: Acatriel o Lucifer. Pero no tenía idea cuan profundo empeorarían las cosas porque, como invocado, Acatriel se presentó. Ellos se conocían, y solo significaba una cosa, se complotarían en contra de Crowley.

El rubio y el castaño se apoyaron a cada lado del asiento del Rey, quien mantenía a Tamy dormido en sus brazos.

- Tienes que recuperar al buen Cassie. – Sentenció Lucifer.

- Por el bien te tu sexualidad. – Agregó Acatriel.

Crowley no quería, se negaba a disculparse por algo de lo que no creía ser culpable. De alguna forma las cosas se solucionarían entre ellos, siempre lo lograban, ¿Para qué denigrarse así? Pero Aca se lo advirtió, si continua tentando su suerte, Castiel le dejaría. Y Lucifer remarcó lo de que nadie más le amaría.

- No quiero. – Repitió el Rey por décima vez.

Y allí estaba, en el bunker, con un estúpido oso de peluche. Tamiel estaba en su carriola, observando expectante. Cas le recibió con heridas por el rostro y su ropa destrozada, además de manchada con su sangre.

Crowley se mordió las mejillas, el orgullo dolía. ¡Maldita sea! El Rey del Infierno volvía a arrastrarse por su ángel. Pero al verlo a los ojos, rojizos y golpeados, no pudo no sentir pena por el mayor. Quiza estaba demasiado seguro de que Castiel jamás le dejaría, pero un día volvería a perderlo como en el nacimiento de Tamy, y no habría vuelta atrás. Si iba a perderlo definitivamente, quería que se fuera con un "te amo" de despedida. Peleados, enfrentados e insultándose, no sonaba como un bonito adiós.

Castiel quizá no regresara de una cacería, y Crowley se maldeciría por no decirle lo importante que era para él.

Corrió a abrazarlo, dejando caer el maldito oso en el camino.

- Lo siento, ¿Estas bien?

Cas se dejó hacer por el otro, aferrándose a su calidez. En cacerías así, donde enfrentaba a la muerte cara a cara, solo podía pensar en esas personas especiales en su vida. Deseaba estar con su familia, deseaba volver a los brazos de Crowley, no había sensación que le hiciera sentir más completo.

- Te amo. – Dijo con la voz rasposa y deteriorada.

Guerra 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora