Las horas pasaron y Crowley continuaba con su frente apoyada en la mesa de la cocina y los puños bien apretados. De vez en vez, sentía sus piernas temblar... estaba tan cerca de romperse allí mismo.
- ¿Quieres sostenerlo? – La voz de su madre sonó más dulce que nunca.
Rowena cargaba a un bultito durmiente, arropado entre mantas celestes y ya vestido. El demonio se enderezó en su silla, sacando fuerzas que no creía poseía. Acomodó su cabello y miró a la bruja. Ella tenía los ojos rojizos de haber llorado pero, aun así, sonreía a la pequeña creatura entre sus brazos.
Con mucho cuidado, ansiando no despertarlo, le pasó el bebé a Crowley. Se veía diminuto entre sus brazos y tan irreal. Acarició la suavidad de las mejillas regordetas, rememorando la tersa piel del rostro de su pareja. Su ángel.
Debía cuidar al niño que les unía, porque era lo único que le quedaba de él. No solo tenía la obligación de ser un buen padre esta vez, sino que debía también llenar la ausencia de Castiel.
Aprisionó al infante un poco más cerca, compartiendo su calor. Era el día más feliz y miserable de su vida a la vez.
- ¿Cómo vamos a llamar al pequeño? – Interrogó Rowena, observando la tierna escena.
- Cas iba a elegir un nombre. – Dijo, recordando la promesa hecha.
La bruja colocó su mano sobre el hombro de su hijo, intentando que no se quebrara frente a la criatura.
- Tendremos que elegir uno.
El demonio miró al bebé con más detenimiento, buscando algo apropiado, intentando pensar como Castiel.
- No puedo. –
Era una promesa. Crowley siempre arruinaba los planes de Castiel, para bien o para mal. No podía arruinar esto, y realmente se sentía imposibilitado de arruinarlo. En su corazón, Cas era el único digno de nombrar al pequeño, y dolía tan siquiera imaginar un nombre.
- No puedo darle un nombre, madre. – Lamentó, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas. - ¿Cómo voy a poder criarlo entonces?
El pánico comenzaba a agobiarlo, sintiéndose a punto de caer al vació sin salvación. Rowena besó el cabello azabache, manteniendo cerca a su hijo.
- Es cuestión de tiempo. – Tranquilizó. – Tu amor podrá guiarte a darle lo mejor a ese niño.
El bebé comenzó a arrugar en entrecejo, moviéndose incómodamente, hasta desencadenar en un llanto estridente. Rowena se giró hacia el biberón que había dejado sobre la isla de la cocina, y se lo entregó a Crowley.
Por un segundo, el demonio miró extrañado el recipiente, pues esperaba un poco más de ayuda.
- Te guiaré pero tienes que hacerlo solo. – Sonrió ella.
En cuanto acercó el biberón, el bebé se prendió a él, abriendo sus ojos grandes. Aun mantenían ese azul propio de los recién nacidos, pero estaba seguro que se tornarían celestes como los de Castiel. Su hijo le miró fijó a los ojos.
Puede que fuese su imaginación o su propia tristeza reflejada, pero el bebé parecía tan dolido por la muerte de su madre como Crowley.
NA: Pueden sugerir nombres para el bebé Crowstiel.

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Guerra 2.
FanficLa historia de esta pareja de enemigos continúa. Esta vez, el destino se salta todas las expectativas, poniendo un nuevo desafío para Crowley y Castiel. Crowstiel