Sonríe y aquieta.

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El día pactado se adelantó, ya que Rowena sentía que Cas no resistiría una semana más. Todo se dispuso a orden de la bruja, bajo la mirada nerviosa de Crowley y el agotamiento del ángel.

Acatriel se puso de cuclillas frente a la silla de Castiel, sonriendo enormemente.

- No puedo creer que finalmente llegó. Serás una mamá malhumorada oficialmente. – Rio.

Cas intentó devolverle la sonrisa, pero apenas marcó el gesto. Su amigo sostuvo su mano entre las suyas, percatándose de la baja temperatura en el ángel.

- Todo estará bien. Todos estamos contigo, incluso Daddy Crowley. – Se burló, observando al susodicho.

Estuvieron listos en menos tiempo del que creían, y Castiel, con su voz tenue y rota, dijo estar listo también.

Recostado nuevamente en esa camilla, Cas observaba su mano entrelazada con la de Crowley, intentado no pensar en donde estaba y el porqué.

- Crowley. – Llamó la voz apagada.

- Si, cariño.

- Esperó que no pierdas al bebé, como con todo lo que dejó a tu responsabilidad. – Rio suave, bromeando sobre sus aventuras pasadas.

- Estarás allí para evitarlo. – Compartió la sonrisa. – Podemos ponerle una correa cuando empiece a caminar.

- No le pondrás una correa a mi hijo. – Reprendió, en un falso enfado.

- ¿Y un chip de rastreó? – Continuó molestándolo.

Ver a su ángel sonreír le tranquilizaba, le aseguraba que aun tenia fuerzas para resistir un poco más. Besó su mano con devoción y prometió a Dios bañarse en agua bendita si mantenía a este ángel a su lado para siempre.

Dean ayudó al ángel a beberse algo extraño que Rowena preparó, anestesiándolo solo un poco. Aún estaba despierto, pero su realidad parecía distante. Ella comenzó con la primera incisión, sin detenerse a pensar, siendo corrida por el tiempo. La última capa cedió y Jack se encargó de quitar el escudo, cuando recibió la señal de Sam. La pelirroja procedió a sacar el niño rápidamente, y entregárselo al pelilargo, mientras cortaba el cordón umbilical. Acatriel envolvió al pequeño con una toalla y lo depositó sobre una especie de cuna de madera, con un millón de símbolos que lo mantendrían vivo. Mientras, el nephilim pasó a sanar las heridas en el ángel y buscó recuperar su salud lo más pronto posible.

Crowley soltó un segundo el agarre del ángel, centrándose en el pequeño que comenzó a llorar y removerse al ver a su padre. El demonio acercó su mano y el bebé atrapó su dedo, aminorando sus sollozos.

- Bienvenido, pequeño.

Pero Crowley cayó en cuenta del silencio repentino detrás de él, se giró de nuevo hacia el ángel. Jack mantenía ambas manos sobre la frente del morocho, sus ojos brillaban en dorado pero Castiel no despertaba.

El constante respirar desapareció y la mano que Crowley sostenía hace un momento, caía inerte hacia un lado. Las lágrimas de Jack empezaron a nublar sus vista, mientras Dean maldecía y Rowena cubría su rostro. El demonio observaba sus reacciones, sin comprender del todo que pasaba... sin querer comprender que pasaba.

El Rey del Infierno retornó hacia su ángel, intentando darle calidez a su frio tacto, pero nada le despertaría nunca.  

Guerra 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora