Parecía tan estúpido cuando lo veía en las películas, pero era tan real ahora. De solo tener un problema con bebés, todo a su alrededor se lo recordaba. Más niños corrían por las veredas con dulces recién comprados. Más carriolas con ruidosos juguetes paseaban. Más mujeres con pancitas hinchadas se cruzaban en su camino. Y cada tienda, parecía tener una sección para niños aunque vendieran armas.
Entonces, se recluyó en el único lugar en donde los niños, mínimamente, no deberían estar. El bar de mala muerte de siempre. Lo más cercano que podías encontrar a la familia, era un montón de padres alcohólicos.
El alcohol subió a su cabeza hasta atontarlo y encontrar consuelo en la empatía de otro sujeto.
- Este es mi hijo. – Dijo sonriente.
El hombre sacó su billetera y en el centro, en un pequeño cuadrito trasparente, un niño sonreía sobre sus hombros.
- Se llama Matt. –
Crowley tomó la pequeña fotografía que el sujeto le paso, analizando con detalle la escena padre e hijo plasmada en ella. Según lo que el desconocido contaba, su esposa le pidió el divorcio no hace mucho, después de haber descubierto que él la engañaba y ahora estaba empedernida en quitarle el niño para siempre. El demonio, en otra ocasión, diría algo como "Te lo mereces" o "Un problema menos para ti", pero ahora la perspectiva cambiaba. Solo pudo observar al hombre contar su historia y lo mucho que dolía, con palabras incoherentes de vez en vez debido al alcohol en sus venas.
Luego fue su turno, y no supo bien por donde comenzar.
- Mi ángel está esperando un hijo mío... pero no estoy seguro de que sentir. – Dijo sincerándose.
El sujeto a su lado chocó su vaso con el de Crowley, alentándolo a proseguir, enternecido en la forma en la que llamaba a su mujer "ángel", por supuesto que el hombre no tenia idea.
- Tengo otro hijo, pero esa no fue una bonita historia. Y ahora estoy confundido. – su voz no era la seductora de siempre, esa noche era difusa y apagada.
- Aunque sea tu segundo hijo, es normal entrar en crisis cuando esto pasa. Los niños son un contrato para toda la vida. – Dijo el desconocido, perdiendo su mirada en las botellas detrás de la barra. – Un contrato que no te arrepientes de firmar.
Crowley sabía de contrato, era un profesional en sellar tratos en donde siempre ganaba. Pero, aunque el niño existiera ya, no había firmado el contrato para estar en su vida, y si las cosas seguían así, Castiel no se lo permitiría. Por otro lado, la posición en la que estaba no era su culpa y todo había pasado demasiado rápido. Sam había sostenido su mano para que firmará su condena de amar al ángel le gustase o no, y las cosas se dieron. Un niño no era igual, y esta vez fue un poco su culpa, podría haber mantenido sus pantalones arriba y no sucumbir a las tentaciones.
Estúpido Sam Winchester. No era toda su culpa, pero necesitaba a quien maldecir.
El sujeto que lo acompañaba tomó un par de copas y se durmió sobre la barra, dejándole solo con sus pensamientos. El demonio tomó su gabardina, dejó el dinero y se marchó.
Sus pasos descoordinados y su mente confusa, terminaron dejándolo en medio de la habitación de Cas de alguna forma. El ángel dormía profundamente. ¡Wow! Eso era nuevo.
Sobre las mantas y dejando a sus piernas darse por vencidas, cayó sobre el pequeño lado libre en la cama. Estuvo a punto de caer, sino fuese por la reacción rápida del mayor para atraparlo.
- ¿Qué haces aquí a estas horas? –
Estaba enojado. Cas siempre estaba enojado con él. Mierda.
El ángel se levantó, para acomodarlo correctamente en la cama, porque no tardó en darse cuenta en cuan mal estado se encontraba el demonio. Retiró los zapatos, la gabardina, el saco y el chaleco del menor, arropándolo en el lado derecho de la cama.
Castiel era demasiado bueno. Pero brillaba demasiado.
Crowley abrió sus ojos entre las sabanas, notando ese molesto brillar escocerle los ojos. Sin embargo, el ángel sabía que esas lágrimas acumuladas no se debían a su brillo.
- ¿Por qué... por qué brillas tanto? – Dijo el demonio, acurrucándose abrazado al mayor.
- No lo sé, no acostumbro embarazarme seguido, ¿Sabes?
Allí estaba esa pizca de rudeza en el ángel que Crowley amaba y aborrecía. Sin embargo, lo ignoró. Aferrándose a su calor. No estaba perdonado y lo tenía claro, pero existía la posibilidad mínima.
- Tu madre ya empezó a traer regalos para el bebé. – Dijo el ángel, acariciando los azabaches del menor.
- Es una molestia. – Se quejó contra el pijama de su pareja.
Crowley no las había notado cuando llegó, pero a un lado de la puerta habían un par de cajas y bolsas. Rowena estaba realmente emocionada.
Había hablado con Castiel sobre el tema del padre desaparecido, y la pelirroja intento ser lo más neutral posible. Comprendía la posición del ángel, y explicó la de su hijo. El ángel era absolutamente puro y ella sabía que podría llegar a entender a Crowley.
Por eso dejó que el otro se quedará allí, durmiendo entre sus brazos, como si nada malo hubiese pasado. Podía darle tiempo. Podía dejarle pensar las cosas. Pero no para siempre, su hijo necesitaba claridad en su vida.
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Guerra 2.
FanfictionLa historia de esta pareja de enemigos continúa. Esta vez, el destino se salta todas las expectativas, poniendo un nuevo desafío para Crowley y Castiel. Crowstiel