Para cuando fue realmente consiente que esto era la realidad y que el ángel estaba allí, esperando a que reaccionara bien o mal, intentó hablar pero las palabras no le salían. Al ver su esfuerzo, el mayor le beso castamente, acunando su rostro.
Eso solo reafirmó que era tan real como podía serlo.
- ¡¿Estas... Estas... vivo?! – Logró decir.
Castiel le tapó la boca con sus manos, poniendo atención al niño que dormía en su cuna.
- ¡Shh! Lo vas a despertar. – Susurró el ángel.
En un arrebato de emociones, Crowley solo se lanzó a abrazarlo. Todo de él estaba como lo recordaba. No era el Castiel que dejó su vida en una camilla, sino del que se había enamorado.
- No tenía idea de cómo iba a hacerlo sin ti. – Admitió, con la voz quebrada.
- Llegaste a ser Rey del Infierno sin mí, ¿Cómo no ibas a poder con un bebé? – Sonrió, enternecido por lo indefenso que se veía el otro.
Crowley escondió su rostro en la ropa del más alto, comenzando a sollozar sin control.
- No me lloraste ni una vez, ¿Cierto? – Le descubrió Cas.
El ángel estaba en lo cierto. Desde que su mano se alejó por completo del cuerpo del ángel, frio como el hielo, Crowley no lloró, ni siquiera maldijo o destruyó algo. Se mantuvo firme, como creía que era lo correcto. Tenía un bebé que le necesitaba, y si se ocupaba de sus sentimientos, temía no ser capaz de cuidarle adecuadamente. No había tiempo para sentir, debía ser un buen padre como prometió.
No quiso despegarse de eso que parecía tan efímero, su ángel. Mucho tiempo imaginó que algo así sucedía. Pero pasó una semanas, y otra... y otras más. Nada cambió y lo más sano, fue aceptar que Castiel no volvería. Muchas veces se sintió traicionado, abandonado por el otro sin señales del camino que debía seguir, solo con un pobre niño que él no sabía si cuidaba adecuadamente.
El bebé se quejó un poco en su cuna y escuchó a Castiel chasquear los dedos. La melodía de la caja musical sobre el mueble llenó el lugar. Su hijo se calmó instantáneamente. Eso era lo que necesitaba. Esa seguridad que tenía el ángel para hacerlo todo, yendo al grano y arreglando todo antes de que buscara romperse. Era difícil para Crowley lograr algo así con esa sencillez, y mucho más cuando se trataba de un infante, al que podía dañar más si se equivocaba mínimamente.
Cas sabia de sus inseguridades, sabía que por ello no supo asumir el embarazo, por ello se alejó. Y, aunque no fue capaz de verlo, estaba seguro de que el demonio se había esforzado muchísimo en cuidar de su hijo.
- Lo hiciste bien. – Confortó. – Apuesto a que nada malo le pasó.
- No, pero pudo haber...
- Nada le pasaría, aun si nunca regresaba. – Silenció el ángel, recuperando su autoridad. – Tú estaba allí, y lo hiciste bien.
El demonio rio incrédulo, aun con los ojos llorosos.
- ¿Nunca dejaras de tratarme como un niño?
- Lo eres, en comparación a mí. – Sonrió el otro. – Si tomáramos en cuenta la diferencia de edad, nuestra relación podría hasta ser ilegal. – Bromeo.
Castiel se inclinó sobre la cuna, observando lo pequeño que su hijo se veía en ella.
- ¿Cómo le llamaste? – Interrogó, haciendo girar el colgante de animalitos sobre él.
- No tiene nombre. – Confesó avergonzado.
Crowley se removió en su lugar, nervioso por la mirada que se plantó sobre él después de decir eso.
- ¿Qué? Prometiste que tú le darías un nombre. – Se defendió. – Te dije que no lo había hecho tan bien.
Cas alargó su índice hasta apenas rozar el rostro del infante.
- ¿Te gusta "Tamiel"? – Propusó.
- Oye, ¿Por qué nombre de ángel? – Objetó.
- Perdiste tu oportunidad de nombrarlo. – Sentenció. – Además, es uno de mis hermanos caídos, podemos catalogarlo como mitad demonio también.
Crowley achinó los ojos, escudriñando al otro.
- Siempre logras ganarme. – Refunfuño el menor.
- O tú eres muy bueno para perder.
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Guerra 2.
FanfictionLa historia de esta pareja de enemigos continúa. Esta vez, el destino se salta todas las expectativas, poniendo un nuevo desafío para Crowley y Castiel. Crowstiel