Visita urgente.

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Puede que las cosas se hubiesen relajado ahora, pero Crowley seguía evitando el tema del niño. Incluso lo evitó cuando los Winchester, Acatriel, Jack y Cas se disponían a preparar uno de los cuartos para el bebé, observando desde lejos lo que sucedía. Sin embargo, le fue imposible no contagiarse de sus sonrisas, en especial de la del ángel que colocaba los últimos detalles a la cuna.

Esa noche se quedó con Cas, mimándolo mientras el mayor se sentía fatal. Tenía hambre, pero no había podido comer nada por el asco que le causa, y terminaron recostándose. Por la mañana, la imagen de Castiel vomitando lo despertó. El demonio lo envolvió en sus brazos en cuanto se sintió mejor, sentados en la fría baldosa del baño.

Crowley se dio cuenta que con cada día que pasaba el tema se volvería más imposible de obviar, y los seis meses que faltaban pasarían rápido; además, Castiel no le esperaría para siempre y notaba que empezaba a perder la paciencia.

Después de apenas recomponerse, Cas comenzó a buscar su ropa en el closet, para sorpresa del menor.

- ¿Qué haces? – Interrogó, desconcertado.

- Tengo que salir. – Dijo sin más.

No explicaría por qué ni adonde debido a que sabía que el demonio no iba a soportar la mención del bebé. Todo este tiempo, Cas se acostumbró a no decirle específicamente que hacía. Dolía que no fuese como en las películas, en donde el padre siempre estaba en los momentos especiales del crecimiento del bebé, compartiendo la emoción.

- Deberías quedarte a descansar, ¿Qué es tan urgente? – Objetó el demonio, cortando el paso de Castiel hacia la puerta de la habitación.

- Voy a ver a tu madre.

- ¿Qué?

- Rowena ha estado monitoreando al bebé al menos una vez al mes. – Admitió al verse atrapado.

Si fuese por el ángel, mantendría informado a su pareja sobre el nonato constantemente, pero entendía que no quería saber. Y lo respetaría, al menos por ahora.

- ¿Puedo ir?

La pregunta tomó desprevenido al más alto, parpadeando un par de veces ante el desconcierto.

- Claro.



Crowley se pasó todo el camino ensimismado en una simple imagen. La mano de Castiel que solía mantenerse sobre la palanca de cambios, ahora reposaba sobre su estómago, y el ángel parecía no darse cuenta de ese gesto involuntario para proteger al diminuto ser en su interior.

El demonio volvió a la realidad cuando estacionaron frente al edificio de departamentos donde vivía la bruja. Rowena era enormemente feliz de verlos, en especial juntos. Volvió a recordarle a Cas que podría ir ella al bunker sin problemas, pero el ángel insistió en que no era necesario mientras pudiese moverse con soltura y su bebé no pasará peligro.

Existía una nueva confianza entre la pelirroja y el ángel que Crowley no entendía, en la que se sentía excluido. Quería sentir esa felicidad que ellos compartían, formar parte de ella... pero dejar sus miedos atrás era muy difícil.

Con absoluta comodidad, Castiel se quitó las prendas hasta desprender su camisa, sentándose en el sofá individual. Rowena adaptó el asiento para que se reclinará un poco y poder inspeccionar a su yerno con más facilidad.

Crowley seguía en una esquina, solo observando. Entonces, se percató de la pequeña curva en el abdomen del ángel que no recordaba que estuviese allí antes. Era poco notable, pero en esa nueva posición resaltaba bien.

Rowena frotó sus manos una con otra, diciendo algo inentendible, para posteriormente sondear al morocho con ellas.

- ¿Está bien? – Apresuró Cas, ansioso por un respuesta positiva.

- Perfectamente. – Sonrió la suegra, manteniendo una de sus manos a centímetros del abdomen del ángel. – Y confirmó lo que te dije el mes pasado, es varón.

Castiel dejó escapar el aire que contenía y caer sus hombros, sintiendo más tranquilo. Por el otro lado, Crowley estaba paralizado en su lugar. ¿Un varón? ¿Otro? ¿Terminaría acaso del mismo modo? La historia parecía repetirse y oscurecer sus momentos felices. 

Guerra 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora