Como cada noche.

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Dean hacia caras al pequeño, hincado enfrente de su cochecito. Los grandes ojos azules del bebé estaban centrados absolutamente en el rubio, mientras balbuceaba sin sentido.

- Siempre me sorprende lo bien que te llevas con los niños. – Dijo Sam, sentado en la mesa de la cocina.

- Sammy, si quieres conseguir una sexy mami, tendrás que aprender a tratar al monstruito que trae. – Le guiño un ojo a su hermano.

- ¿Eso quiere decir que intentas seducirme? – Interrogó Crowley, preparando el biberón de su hijo.

- ¡Ni loco! – Negó el cazador.

Sam rio divertido por la situación y la mirada azulada se pegó a él esta vez. El pelilargo no resistió la tentación de alzar al niño mitad demonio.

- ¿Quieres dárselo? – Crowley le ofreció el biberón a Sammy.

- Pues... - Dudó un segundo. – Claro.

Dean se sentó frente a su hermano, ambos observando al infante.

- Sé lo que están pensando. – Sonrió Crowley. – Es igual a Cas. Tanto, que tendré que hacerme una prueba de ADN para ver si realmente tiene algo de mí.

- Es que tiene su mirada. – Admitió Sam, aun sonriendo por la broma del demonio. – Pero apuesto a que cuando crezca un poco, comenzara a tornarse más inglés. – Continuó con las risas.

- ¿Y qué pasó con el nombre? – Interrogó Dean.

- Aún no. – Dijo el mayor, con la voz demasiado suave. – No puedo.

- Está bien. – Minimizó el hermano menor. – No es importante a esta edad.

- Si, imagínate que crece y piensa que su nombre es "Bodoque". – Rio Dean.




Estaba por hacer que el pequeño se durmiera cuando su madre entró con bolsas al cuarto del bebé.

- Mira todo lo que compre. – Sonrió feliz de sus adquisiciones, dejándolas a un lado.

- Madre. – Susurro, silenciándola. – ¡Shh!

Ella bajó su tono de voz, pero no el entusiasmo. Había más y más ropa para el niño, y juguetes de todos los colores, e incluso cosas que Crowley creía innecesarias, simples caprichos de Rowena.

- No tiene que gustarte a ti. – Se defendió ella. – Son para mi nieto.

- Madre, tiene un mes y medio, ¿Cómo va a saber lo que le gusta o no de toda esa montaña de cosas?

- Ruego que no salga con tu malhumor. – Dijo ella, volviendo a salir.

Crowley se sentó en el pequeño sofá individual, frente a la cuna. El bebé bostezó acomodado en el pecho de su padre y Crowley copió el gesto. Ambos cerraron los ojos, renunciando al día agotador que vivían.

La puerta volvió a abrirse, pero el demonio solo escuchó el sonido, demasiado concentrado en la respiración tranquila de su hijo y propia. Su cabello fue acariciado y sintió el tacto dulce de Castiel en sueños una vez más, como todas las noches.

El ángel apartó las manos de Crowley de su hijo y alzó al niño. El demonio se reacomodó en el sofá, cruzado de brazos.

- ¿No es una posición incómoda para dormir? – Preguntó Cas.

- Cinco minutos más, Cassie. – Rezongó apenas entendible.

Sintió el peso extras sobre sus rodillas, y frunció el ceño.

- ¿Y si abres los ojos un segundo nada más?

Crowley obedeció, viendo el final de este sueño muy cerca. Ojos celestes muy similares le miraban a centímetros de su rostro.

- Me alegró de que no perdieras a nuestro bebé por la calle. 

Guerra 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora