Castiel no quiso hablar con él durante días, remarcando su carácter fuerte que no pasaría esto por alto. Pero, aun así, Crowley insistía cada día, por teléfono o visitando el bunker.
Tan solo llevaban un año de ser oficialmente novios, que no era tiempo suficiente para subir un nivel más allá, sumado a que el siguiente nivel que esperaba el demonio era la convivencia. Sin embargo, el destino pasó por alto un par de escalones y puso en su vida un niño. Un bebé. Otro hijo.
Crowley ya tenía un hijo, y el ángel pensó que por ello la noticia no le caería tan mal. Gavin había terminado mal, muy mal a decir verdad, fue un padre terrible y no lo negaría. Y realmente un hijo no era un problema.
Pero seguía sintiéndose asustado, como en shock de todo lo sucedido. Era muy pronto, demasiado inesperado, no estaba listo para un segundo hijo.
- Fergus Roderick MacLeod, ¿Qué hiciste?
La voz de su madre le hizo rodar más entre las sabanas, buscando que le consumieran allí mismo.
- Madre, no es asunto tuyo. – Reclamó, con su voz opacada por la almohada.
- Lo es, se trata de mi nieto, bodoque. – Replicó la pelirroja, tomando asiento en una de las sillas bordo de la habitación.
Quito las arrugas de su vestimenta, acomodo su cabello ondulado hacia un lado y aclaró su voz.
- Lastimaste al tweetie pie, ¿Quién crees que eres? Primero me ocultas lo de su relación y ahora lo de mi nieto.
- ¿Tweetie pie qué?
Había escuchado apodos extraños para Cas, pero este realmente seria uno que comenzaría a usar, si el ángel le perdonaba. Con respecto a lo otro, Rowena tenía algo de razón. Después de tres meses de estar en una relación con el ángel, la bruja no tenía idea por mucho que los viera juntos, porque el trato entre ellos no había cambiado. Pero un día, Rowena y Castiel se habían separado del grupo en un peligroso enfrentamiento y cuando se reencontraron, su hijo era un mar de preocupación. Pensó en lo adorable que se veía angustiado por el bienestar de su madre, hasta que Crowley la ignoró y fue a por el ángel, besándole sin importar las miradas.
La pelirroja también se había enfadado en aquel entonces, siendo la última en enterarse de tan importante noticia. Aunque, cuando las aguas se calmaron, se dedicó a presumir a su guapo yerno a todo el mundo, como si ella lo hubiese conseguido.
Un nieto era importante también, pero Crowley simplemente se ocupó de encontrar una forma de ser perdonado, aun sin tener las cosas claras para sí mismo.
- ¿No piensas disculparte? – Habló su madre, con aires de psicóloga.
- No me escucha. – Rodó una vez más entre las sabanas.
- Te lo mereces.
- Gracias. – Escupió con sarcasmo.
Volvió a aclarar su voz, sopesando un poco como decir esto.
- ¿No quieres al bebé?
Había algo de dolor en la voz de la mujer, pues cargaba con un poco de culpa. La relación madre e hijo que llevaban apenas comenzaba a ser sana, y Rowena tenía la firme teoría de que el fallo como padre de Crowley se debía a ella. Quizá el demonio podía amar con todas sus fuerzas al ángel, pero no a una criatura dependiente de él.
- No lo sé. – Respondió en un tono neutro.
La mujer se levantó de su lugar, sentándose sobre la orilla de la cama, con su hijo dándole la espalda. Se tomó el atrevimiento de acariciar su cabello, en un gesto de una verdadera madre.
- Inténtalo al menos.

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Guerra 2.
Hayran KurguLa historia de esta pareja de enemigos continúa. Esta vez, el destino se salta todas las expectativas, poniendo un nuevo desafío para Crowley y Castiel. Crowstiel