Te odio.

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No era normal que salieran. Crowley trabajaba, Castiel cazaba y la vida ajetreada supernatural no era fácil. Pero hoy era distinto, su pequeño cumpliría dos años al día siguiente e ir parque en la ciudad seria su primer regalo para esta festividad.

Cas lo sacó de su sillita adaptada a la camioneta y lo alzó.

- ¿Trajiste un abrigo por si refresca? – Interrogó a su pareja.

- Si, cariño. – Rodó los ojos Crowley ante el molesto control del ángel.

Tamiel chupaba una paletita, extendiendo su brazo abajo, quería caminar. Al llegar al césped, su madre se lo permitió, y se lanzó a correr.

- Luego preguntas porque lo pierdo. – Señalo Crowley al bebé huyendo. – Salió fugitivo como su madre.

- No soy un fugitivo.

- El cielo no opina lo mismo, mi amor. – Sonrió el menor.

Lograron alcanzar al infante, que miraba embobado los niños jugar en el parque.

- Almas frescas. – Murmuro Crowley a sus espaldas.

- Solo quiere ir a jugar, ¿Verdad, bebé? – Cas le ofreció su mano para caminar juntos hasta los juegos.

- Deja al niño hacer buenos tratos. – Reclamó el demonio, siguiéndolos.

Una señora se acercó, dejando a su nieto correr por el parque con más libertad, sonriendo a la pareja.

- ¿Es su niño? – Preguntó de repente.

- A usted que le... - Responderia de mala maneraCrowley, si no fuera por la interrupción de Cas.

- Sí, es nuestro hijo. Se llama Tamiel. – Sonrió amable el mayor.

Ella extendió su mano y Tamy correspondió el apretón, sonriendo.

- Es un ángel. – Rio la señora de la ternura.

- Mitad demonio. – Confesó Crowley a sus espaldas.

La señora pensó que se trataba de una bonita broma, pero sería mejor que el demonio se callara, o su pareja lo mataría con solo mirarlo de nuevo.

- Eres manipulador como nadie, ¿Por qué no puedes ser amable con una simple señora? – Reclamó el ángel cuando la dulce mujer se marchó.

- No tenía un alma interesante. – Admitió el otro, cargando a Tamiel hasta las hamacas.

Castiel sujetó la paleta mientras el niño era empujado por su papá. Era tan perfecto verlo reír, que el ángel no podía apartar la mirada de su hijo.

- Tengo una pregunta. – Dijo Crowley, luego de que Tamiel se aburriera de la hamaca. - ¿Qué es Tamy?

- ¿A qué te refieres? – Arrugó el entrecejo Castiel.

- ¿Niño o niña? Digo, ya sé que físicamente es niño, pero tú eres ángel y te la pasas repitiendo que solo tu recipiente es masculino.

Al principio, parecía una respuesta obvia. Casi como Jack, Tamy era la unión de dos cosas distintas. Su lado angelical no tenía género, y su lado demoniaco...

Mierda.

- ¡Uy! Ahora no podremos dejar de pensar en eso. – Lamentó Crowley.

- Te odio. – Rezongó el otro.

Pero la tortura a sus mentes se acabó cuando Tamiel comenzó a llorar, se había caído por andar corriendo. La preocupación los agobio y abrazaron al pequeño. Pronto Tamy se recuperó, sin rasguños.

- No le dolió. – Obvió Crowley, sintiéndose estúpido por siempre caer en las tretas de su hijo.

- Intenta imitar al resto de niños, no lo culpes. - Defendió su madre.

- Mi paleta. – Rogó Tamy, obteniendo su capricho. – Gracias, mamá.

Fue casi una burla para Crowley, quien achinó los ojos a la desafiante mirada de su hijo.

- Ustedes dos son mi peor pesadilla. – Dijo, atacando con cosquillas al bebé.

Tamiel quiso bajarse, y otra vez salió corriendo, agitando su paleta.

Puede que si lo fuesen, en otros tiempos en los que no se imaginaba con una familia de nuevo. Una vez tuvo un hijo y lo arruinó. El ver que su segundo pequeño era más feliz que nadie en el mundo, ver cuán feliz podía hacerlo... satisfacía a ese oscuro rincón en su interior, esa parte de culpa que sentía.

- Una vez alguien me dijo que era miserable, – Rio Crowley, mirando a los azules de su pareja. – le haría tragar sus palabras con un solo segundo que le mostrara mi vida ahora.

- ¿En serio? Pues alguien me dijo que estaba perdido el día en que el cielo me expulsó, supongo que mi paraíso está un poco en el infierno. – Dijo el ángel.

- ¡Hambre! – Gritó Tamy, aferrado a sus piernas.

- La combinación de cielo e infierno no es tan mala. – Sopesó Crowley. – Aunque si es muy mala para respetar los momentos de pareja.

Sintiéndose aludido, Tamiel le mostró la lengua como su tío Lucifer le enseño.

- Te odio. – Dijo a su padre, refunfuñando.

- No más que yo. – Respondió Crowley, riendo junto a su ángel. 


FIN.

Guerra 2.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora