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El olor de los medicamentos revolvía su estómago y hacía a su mente rememorar momentos amargos. El constante aroma a hospital que no se iba aunque respirara aire desde la ventana comenzaba a ser molesto.
Los policías le habían hecho mil y un preguntas sobre cómo se sentía, qué le habían hecho o de si sabía que era lo que le habían estado inyectando en esa última semana. Ella no pudo dar respuesta, su conocimiento no iba más allá del saber que su meta era el poder incontrolable del Lion Queen y de que quien suministraba los medicamentos era llamado "el Doctor".
Había podido asearse luego de mucho tiempo, aunque las enfermeras la habían limpiado mientras se encontraba inconsciente, no había punto de comparación entre una verdadera ducha y un baño de esponja. Había logrado desenredar la maraña de su cabello, limpiar la sangre sucia de sus uñas y sacar el constante sabor metálico de la sangre de su boca.
Había pasado dos días enteros en observación, no le habían permitido ver a sus amigos o a Izuku desde la última vez. Era una extensa lista de exámenes a los que había sido sometida para determinar su estado de salud físico y mental. Tampoco había visto a los gemelos, Makoto la había llamado por teléfono excusándose y Mikoto apenas iba saliendo de cuidados intensivos.
Apenas había podido hablar con su profesor, el cual le había informado sobre lo que iba a suceder ese mismo día.
Los médicos que estaban a su cargo no habían logrado hacer desaparecer las extensas cicatrices de los grilletes, las cuales eran como una pulsera que rodeaba sus muñecas y tenía un ancho de unos seis centímetros. Miraba las nuevas marcas con tristeza, marcas que mancillaban la belleza que alguna vez pudo tener, que la hacían más fea a sus propios ojos. El inoportuno secuestro no había hecho más que herirla sin tener ninguna de las dos partes algún tipo de beneficio.
La habitación era fría, sus pies desnudos en contacto con el gélido suelo comenzaban a entumecerce gradualmente. Era un frío desagradable, de ese tipo que no se iba aunque frotaras tus manos y que el agua caliente apenas podía deshacerse de él.
La comida del hospital era horrible y lo más decente que había llenado su estómago era la balanceada comida que Inko Midoriya le dejaba en la recepción como regalo cada mañana. La regordeta y dulce mujer siempre le dejaba notas sobre los bento deseándole que se recuperara pronto. La amabilidad de Inko era como un bálsamo para la soledad que le hacía sentir estar atrapada entre esas cuatro paredes, reconfortaba su alma y le hacía aguantar para poder salir de allí.

Se calzó con unas delgadas pantuflas que el hospital brindaba, asegurándose de que nadie estuviera a la vista, salió furtiva de su habitación. Últimamente había estado durmiendo entre 8 a 12 horas para recuperar energía, mas después de dormir tanto por tres días, necesitaba estirar las piernas más allá de su habitación.
Sabía bien que dentro de algún tiempo no saldría de ese hospital o al menos, no le permitirían utilizar sus kosei y no por sus heridas externas, el daño psicológico era lo que más les había preocupado a los doctores que habían estado frecuentando por allí, temían que perdiera la cordura de un momento a otro si veía a sus hermanos o amigos lastimarse. Esa era razón de que no le permitieran retomar sus clases de héroe.
Tomoe entendía el punto de los doctores, a veces sentía su cabeza confusa y había desarrollado un terrible miedo a ir a dormir por temer despertar en ese lugar otra vez. Sabía que esto, desde afuera se vería terrible, pero para ella sólo era obstáculo más para llegar a ser una heroína. Aunque este obstáculo estaba pesando mucho más que los anteriores, ya que no era del tipo del que se pudiera deshacer con sus puños.

Caminando por esos fríos pasillos, esquivando personal, llegó a la azotea. Estaba cercada, y cada algunos metros habían bancas alineadas con vista a las afueras.
No había nadie por allí más que ella y pudo respirar en paz; estiró sus músculos y se sentó en uno de los numerosos banquitos.
El cielo matutino estaba despejado, haciendo excepción en alguna que otra nube como mancha blanca en un lienzo celeste.
La brisa jugaba con su pelo, haciendo que hiciera cosquillas contra sus mejillas y trayendo consigo una fragancia refrescante, un olor que ya conocía. Aspiró hondo, negándose a adivinar de donde venía y solo disfrutando de la calidez en su pecho cuando sus pulmones se inundaban de ese aroma a perfume o tal vez colonia, no estaba segura, pero le gustaba. Olía a Izuku.

•Leon Heart• [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora