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Apenas sus labios se rozaron, sintiendo la textura de los ajenos, el corazón de ambos explotó de emoción.

Sus labios danzaron al son de una balada muda, sin embargo era una balada que sonaba en sus oídos y le ponía a todo un filtro rosa, por más que tuvieran los ojos cerrados. Se separaron, sin profundizar, tomándose todo el tiempo del mundo en ver la expresión del otro.

Los ojos de ambos se encontraron quedándose allí por más tiempo del que pudieron contar.

Izuku sentía derretirse mientras más miraba esos orbes ámbares apetecibles, cálidos y tan dulces como la miel. Aquella calidez lo abrazaba sin tener brazos para estrechar y llegaba a acariciar todos los rincones de su alma, hasta las heridas de poco tiempo que aún seguían doliendo, ya que era muy temprano para que pudiesen ser cicatrices.

Fukuoka pudo afirmar para sus adentros, al mirar de forma profunda los ojos verdes apacibles, que estaba enamorada. Nunca había sentido algo tan loco como aquello, algo que la hiciese salir de su brusco papel de heroína o de su tranquila y amistosa forma de actuar con sus amigos. Ese sentimiento más viejo que nuevo, le hacía querer no soltarlo nunca y que todo el espectáculo de la bella alma frente a sus narices, fuese únicamente para ella.

Las manos de ella se aventuraron, desde su antigua ubicación hasta una piel ya explorada. Las pecas en las mejillas del varón no se presentaban como irregularidades, sino que eran completamente lisas.

Tomoe deseaba de nuevo tomar esos labios ligeramente hinchados, no le interesaba ni siquiera el dolor en todo su cuerpo, ansiaba nuevamente entrar en esa hipnotizante danza. Al acercar nuevamente sus rostros y a pocos centímetros de volver a cumplir el anhelo de ambos, el ruido del picaporte los alertó.

Las enfermeras ingresaron a la habitación sin previo aviso, hallando a la antes inconsciente chica despierta, de espaldas a la puerta en el borde de la cama y al muchacho que siempre había estado cuidándola, sentado en el sillón a un lado de la puerta con la cara escondida entre sus manos. No perdieron el tiempo y llamaron al doctor.

- ¡Fukuoka-san! ¡No puede salir de la cama aún! Midoriya-san, fue imprudente permitirle que haga eso.- fueron regañados por una de las enfermeras, ambos con la cabeza gacha y sin mirar al otro, demasiado pasmados por todos los eventos que habían ocurrido entre esas cuatro paredes hasta hace apenas unos momentos.

Izuku debió de retirarse del cuarto ya que comenzarían a examinar a Tomoe y él no podía estar presente.

Midoriya tenía la expresión en blanco, fue caminando por los pasillos del hospital hasta hallar un pequeño parque donde los residentes del hospital podían salir a caminar. Se sentó en un banco, aún sin reaccionar completamente, apoyando sus codos en sus rodillas e inclinándose hacia adelante.

No sabía que era lo que había ocurrido hace unos minutos, ni siquiera estaba completamente seguro que la persona que había acariciado la piel de Tomoe y la que en ese momento estaba en el parque eran la misma. Respiró hondo varias veces, apoyándose contra el respaldo de la banca al terminar una exhalación. Tapó su boca con una mano cubriendo la enorme sonrisa que se formó de manera inevitable en su rostro.

Al entrar en esa habitación luego de una período de sueño más corto del que debería de haber tenido, se hallaba agotado aunque un poco menos que antes, tan sólo rozar los labios de la fémina parecía haberle dado energías suficientes como para querer saltar, reír y gritar de alegría.

No entendía por completo ese sentimiento, esa emoción y esa euforia repentina. Comparó ese sentimiento como el que podría tener si ganase la lotería, aunque obviamente el de ese momento no podía comprarse con algo tan trivial como ganar dinero, pero si con ganar.

•Leon Heart• [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora