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Habló por teléfono con su madre quién se encontraba muy preocupada, ella insistía en ir a pasar la noche con él y dejar el trabajo, pero Izuku se negó rotundamente.

  — Hijo, ¿cómo está la chica amable de la última vez? ¿Tomoe-chan era su nombre?— Izuku sintió su corazón paralizarse. Hablando con su progenitora se le había olvidado aquel gran detalle. Respiró antes de dar una respuesta.

  — Ella... Sigue durmiendo por el sobreesfuerzo.— Inko no dejó pasar el tono ahogado con el que habló su hijo, era la voz que siempre ponía cuando intentaba inútilmente contener sus ganas de llorar, pero prefirió no preguntar.

  — Avísame cuando despierte, le haré comida deliciosa como la última vez.— la dulzura en la voz de su madre trajo un poco de calma al dolor de su corazón. Sonrió débilmente, intercambió un par de palabras más con su madre y cortó la llamada.

Había algo que debía hacer antes de irse con Todoroki y Kirishima a rescatar a Kacchan, ya lo había pospuesto hasta que no podía aplazarlo más.
Se sabía el número de puerta y en qué parte del hospital se encontraba, más de una vez en el día se había paseado por allí pero el ver a tanta gente salir llorando sólo hacía que se acobardase aún más. Deslizó la puerta mordiendo su labio y con los ojos cerrados, antes de cualquier imagen desgarradora, a sus oídos llegaron los pitidos de incontables máquinas. Sus ojos se abrieron hallándola ahí, durmiendo, como veces anteriores en las que había terminado en la enfermería, como si no estuviera conectada a decenas de cables con respiración artificial con extrañamente sus ojos y cabeza vendados.
Sus piernas temblaron, apenas consiguió cerrar la puerta. Torpe se acercó hasta la camilla en la que se encontraba reposando. Sentía su corazón destrozarse poco a poco, había apartado sus sentimientos creyendo que era sólo admiración y amistad que estaba confundiendo, pero ya no podía apartar más lo inevitable: Fukuoka Tomoe le gustaba. 

Tomó una de sus manos entre las suyas posandola sobre su pecosa mejilla sintiendo la aspereza de sus manos por los cortes que iban sanando. Cuando despertó, realmente esperaba que fuese Fukuoka quién estuviera velando a su lado como veces anteriores, había deseado que la primera voz en escuchar al salir de su inconsciencia fuese su dulce tono y hasta esa tarde había soñado despierto con que ella despertaba de golpe e inesperadamente llegaba a su habitación diciendo que sin excusas iba a ir con ellos. Tomoe siempre era inesperada y llegaba al momento justo, pero esa vez no fue así.
Su rostro estaba tan pálido y sus manos tan frías que ella fácilmente podría confundirse con alguien muerto de no ser por el aparato que marcaba los latidos de su corazón al otro lado de la camilla. Besó la gélida palma de su mano con toda la vergüenza, tristeza y afecto que se estaba mezclando en su pecho, seguramente sí Tomoe estuviese despierta no se atrevería a hacer eso.

  — Perdóname, Tomoe, juro no volver a romper mi promesa, pero no nos dejes.— susurró contra su piel.— Cumpliré con lo que te propusiste y traeré a Kacchan de vuelta, deberás estar despierta para recibirlo, sino se pondrá muy triste.
Sin poder aguantar más aquella tortuosa imagen, salió de la sala orando a todos los dioses que puedan existir que ella despertara, tragándose las ganas de golpearse a sí mismo por no ser capaz de proteger a las personas que quería.

»Un día más tarde luego del rescate de Katsuki, Hospital de Musutafu.

Caminaba con lentitud y rumbo fijo, sentía sus pies fríos pero la voz que había escuchado en su sueño le incentivó a seguir a aquella presencia, todo era oscuridad, escuchaba a lo lejos como llamaban a su nombre voces totalmente desconocidas. No lograba ver, pero iba guiandose con una de sus manos ya que había encontrado lo liso de una pared mientras que con la otra seguía manteniendo aquel extraño objeto de metal alargado que aún no terminaba de reconocer.
Giró a la izquierda y sintió varias voces ahogando una exclamación mas decidió no hacerles caso, estaba demasiado concentrada en encontrar aquella presencia que cada vez se hallaba más cerca, con su mano encontró una puerta y la abrió, oyó detrás de sí a alguien advirtiendo de que no lo hiciera pero ya era tarde. Al otro lado, oyó esa voz que acalló las quejas de su mente y sonrió.

Bakugou se encontraba bajo observación de los médicos por lo que no lo dejaban ir a su casa, detestaba los hospitales y el que le estuvieran molestando con que debía permanecer allí hasta que dieran los resultados empeoraba su humor. Debía hacer muchas cosas y verificar muchas otras.
Escuchó el ruido de la puerta, volteó enfurecido creyendo que era Deku o Kirishima que lo molestaban nuevamente para preguntarle cómo estaba. Agradeció internamente a que ella tuviera los ojos vendados ya que no pudo ver el cambio radical de su expresión.
Sus brazos estaban levemente sangrando, se notaba que se había arrancado unas cuantas intravenosas y por debajo de su camisón de hospital se asomaban marcas rojas, señal también de que no sólo se había arrancado las agujas. Por la puerta se asomaban enfermeras que decían el nombre de la fémina una y otra vez, regañandola y diciéndole que aún no podía levantarse.

  — Katsuki... ¿Eres... tú? — las enfermeras se mantuvieron un paso atrás de la chica quién caminó lentamente con una mano estirada hasta hallar el rostro del rubio.

«Está fría»  fue lo único que acertó a pensar cuando la suave piel tocó su mejilla.
No podía apartar la vista de su rostro, lo último que había visto de ella fue cuando estaba peleando con la perra rubia antes de que el imbécil de máscara lo atrapara, Tomoe nunca había estado tan mal, ni siquiera en los entrenamientos antes del Festival Deportivo donde llegaba a su límite y siempre dejaba una que otra mancha nueva en su ropa. Cada vez que ella iba a entrenar, él ya terminaba y más de una vez se halló sentado en alguna rama de un árbol, observando cómo se esforzaba.

Soltó el metal que sostenía el suero y rodeó con sus manos las mejillas del rubio, acercando sus rostros hasta que sus frentes se tocaron. Katsuki estaba anonadado por todo aquello, sólo quedó sin reaccionar.
Las vendas en los ojos de Tomoe se humedecieron y ella sonrió.

  — Realmente me alegro de que estés bien.

A su alrededor, mientras Fukuoka acariciaba su rostro con sus pulgares en medio de su silencioso llanto, habían demasiada gente para su gusto. Ya no eran sólo las enfermeras, sino que también sus amigos y padres que le esperaban afuera se habían asomado por la puerta para ver la escena que se había formado. El rostro del rubio se coloreó a niveles infernales, suavemente apartó a la castaña, tomándola por la cintura.

  — ¡Mira, cariño! ¡El agresivo de mi hijo tiene una novia bastante linda!— ese comentario fue el detonante para el rubio. Comenzó una pelea verbal con su progenitora y en eso, las enfermeras aprovecharon para llevarse a la castaña.

  — ¿Tomo-chan? — aunque había sido testigo de todo aquello, Kirishima no se creía que quién se hallaba en un estado tan crítico estuviera ahí, caminando frente a él. Fukuoka se giró hacia él, deshaciéndose de las enfermeras sin mucho esfuerzo.— ¡Realmente estás bien! — no lo pudo evitar, se lanzó a abrazarla siendo correspondido al instante ganándose un regaño de las enfermeras que hace ya bastante tiempo y sin resultados, trataban de llevarse a la fémina de vuelta a su habitación.
Kirishima comenzó a hablarle rápidamente de muchas cosas como de lo preocupados que habían estado y que luego le contaría lo que se había perdido. Tomoe no prestó atención a las últimas palabras y prestó atención a quién estaba detrás del pelirrojo.
Ella lo sentía, pero realmente no podía ver la expresión de alivio en el pecoso. Con una gran sonrisa y disculpándose con Kirishima con un gesto, ella se dirigió a Izuku.

  — Te perdono.— con éstas últimas palabras, las enfermeras lograron finalmente llevarse a la fémina, dejando a Izuku con el corazón acelerado y el rostro totalmente rojo.

***
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-Nynia.

•Leon Heart• [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora