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Unos cuantos meses habían pasado, casi habían terminado el año escolar para Izuku y el fin de su estadía en la UA casi estaba por ver su último año.
Tomoe seguía siendo una estudiante allí pero todos se referían a ella como la sombra de la academia. No iba a clase, pero asistía a las prácticas y a los exámenes. Salían bastante seguido y ya todos habían aceptado la relación que habían comenzado los aspirantes a héroe Deku y Titania.
Algunas cosas habían pasado últimamente a los dos, sobre todo a Izuku. Cuando el contacto entre la fémina y él comenzó a ser más íntimo, la llevó a un lugar.
El día estaba soleado y le pidió que lo acompañara, llevaba flores y en todo el viaje en metro, nunca soltó la mano de su novia. Tomoe se asustó un poco, ya que estaba apretando tan fuerte que consideró que sin Leon Heart, él la habría lastimado.
No hablaron en todo el camino, estaban en tal situación que Izuku se había quedado sin palabras cuando normalmente nunca dejaba de hablar.

Tomoe temió lo peor.

Cuando se bajaron del transporte, tuvieron que tomarse un autobus antes de llegar a su destino, las rejas negras estaban abiertas de par en par, dando entrada a un prado verde lleno de árboles y con lo que supo de inmediato que eran lápidas, dispuestas de forma extraña, dejando mucho espacio entre cada una.
El lugar era increíble, pero Izuku parecía no estar cautivado por los grandes árboles y el verde cesped, lo cual le daba a todo una sensación de paz y descanso. Por supuesto que no.
Mientras más caminaban, menos lápidas y gente iban encontrando, se adentraron entre los árboles y fueron perdiéndose del exterior, hasta que por fin los árboles cesaron y en una pequeña elevación que ni siquiera llegaba a colina, sus ojos encontraron las primeras tumbas luego de algún tiempo. El sol cómodamente iluminaba aquel lugar de descanso, como si estuviera amorosamente abrazando las piedras e Izuku se detuvo en seco y titubeante, se volteó a mirarla.

  — Haz esto conmigo, por favor.

La voz temblorosa debilitó su corazón, sin pararse a pensar en el significado de que podría llegar a tener ese lugar, tomó su mano y dejó que él la guiara hasta allí.
Las pulcras y pulidas piedras estaban talladas con los kanjis de nombres que no conocía. Miró a su pareja, quien dejó en cada piedra un ramo de flores y quedó petrificado mirando los epitafios de cada una, arrodillado sobre el césped, sin fuerzas suficientes como para levantarse, había notado que a cada paso que habían dado ese lugar parecía haberle quitado sus fuerzas de mantenerse erguido. Las lágrimas corrían por su rostro y Tomoe no pudo consolarlo, estaba bien llorar por la gente que había perdido, despedirse frente a una lápida y llorar era algo que se debía hacer de ser necesario para que la herida de la pérdida fuera sanado, aunque ella aún no sabía quienes fueran porque él no se lo había dicho.
Sobre una de las superficies de marmol negro, se atrevió a leer uno de los nombres y el epitafio que lo acompañaba. El aire se hizo pesado, no convencida volvió a leerlo y como si sus lágrimas hubieran comprendido antes que ella, comenzó a llorar aún con una expresión de desconcierto. En aquella superficie solo había una pista, pero había sido suficiente para comprenderlo todo.

Toshinori Yagi
Uno para todos.
El primero quién todo pudo.

En una disculpa, con su pulso temblando, sus manos buscaron a Izuku para abrazarlo contra su pecho. Él apenas podía contener sus sollozos, le daba verguenza que lo viera llorar, pero no podía evitarlo. Era débil frente a ella, siempre lo había sido.
Supo que había comprendido quien era quien descansaba allí, ella se disculpaba por no haber estado junto a él, pero se equivocaba. Desde el entierro del héroe, medio año después de que Tomoe abandonase Japón, ni una sola vez había podido visitarlo.

A ninguno de los dos.

Leía las lápidas una y otra vez con sus verdes orbes empañados, una al lado de las otras, juntos como debía ser, mientras que la mujer que amaba lo abrazaba.

•Leon Heart• [BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora