Parte VIII

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Jueves de madrugada de actualización!

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Jueves de madrugada de actualización!

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Thomas Shelby.

A veces la sangre se metía entre mis uñas y el aroma de ella mezclada con el agua caliente me provocaba náuseas remontándome a la guerra y sus horrores, la piel de los dedos se hería mientras restregaba frenéticamente la escobilla de uñas entre los dedos para sacar cada resto de sangre.

– Maldita mierda – El puño de la camisa se había manchado – Maldita mierda

– Thomas – Polly me veía por el reflejo del espejo – Tranquilízate un poco – Susurró acercándose a mi espalda para bajar los suspensores – es solo una camisa, yo misma la lavaré. Quítatela – Ordenó acercándose a abrir la puerta de cuya manija colgaba el gancho con una camisa limpia y planchada – seca tus manos no quiero que la mojes – Advirtió lanzándome una toalla de mano, restregué la tela áspera en mis manos para tomar la camisa del perchero abotonándola bajo la mirada de mi tía.

– ¿Qué pasa Polly?

– ¿Por qué estás así? – Me leía como un maldito libro, bajé la mirada girándome al espejo para arreglar el cuello redondo – Tommy...

– Estoy bien, Polly – La Interrumpí arreglando los puños, metiendo la camisa dentro del pantalón y subiendo los suspensores, se cruzó de brazos apoyándose en la puerta para mirarme – no me veas así.

– ¿Qué clase de problemas son? ¿Dinero? ¿Kimber? – Suspiró buscando mi mirada – es por esa muchacha...

– Le escribí hace mucho tiempo, demasiado tiempo...

– Oh Thomas, quizás no la recibió.

– La envié como prioridad en el correo – Expliqué restregándome el rostro para colocarme la chaqueta del traje – Supongo que simplemente la ignoró para casarse con su prometido – Me encogí de hombros fingiendo que el corazón no se me encogía mientras la pensaba.

– Vamos Thomas, tus hermanos no están en la casa de apuestas.

– ¿Dónde mierda están?

– Arreglan un asunto en el garrison – Dijo dando un par de aplausos – muévete Tom, hay trabajo que hacer.

Me recliné en el bergere luego de revisar la contaduría que Ada había terminado, las cifras cuadraban, nosotros ganábamos a pesar de que Kimber estaba sobre nosotros casi todo el tiempo, suspiré sintiendo el olor del tabaco en toda la planta, la humedad, el bullicio de los hombres que lanzaban apuestas una tras otra, me dejé el cigarrillo en los labios y antes de que pudiera encenderlo Ada entró en la oficina observando por la puerta entreabierta.

– ¿Qué pasa Ada?

– John está llegando del brazo de una mujer – Soltó susurrando

– Otra puta, quizás.

Fire Witch. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora