¡Fanfic número 7, si, número 7 de Peaky blinders!
La heterocromía no era algo común y aún en una época moderna algunos lo consideraban signo de brujería o pacto con el diablo, el hecho de no conocer el origen de mis padres biológicos le daba aún más...
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Desperté enredada en las sábanas, la cama desarticulada tenía los cojines sobre el suelo y el cubrecama cayendo por el borde de esta.
Pestañeé largamente girando la cabeza para ver cómo el sol se metía por el visillo del ventanal tras la cama, las manos ásperas y tibias de Henry sostenían mis caderas recostado sobre mi vientre.
Mi cabello se esparcía por toda la cama enredándose y estirándose, a veces pensaba que tenía vida propia y no podía creer lo largo que estaba, me restregué los ojos metiendo mis dedos entre el cabello de Fisher quien se movió alzando la mirada para verme.
– Buenos días – Saludó subiendo con besos por mi torso hasta llegar a mi boca, me abracé a su cuello acariciando la barba naciente.
– Hola – Respondí rascándome la cabeza mientras recordaba que había logrado dormir tranquilamente por primera vez desde hace mucho.
Me senté en la cama cuando él se levantó caminando desnudo hasta el baño, tocaron la puerta de la habitación haciendo que me levantara para envolverme en el kimono anaranjado para acercarme a la entrada.
– Señorita, discúlpeme, pero los señores Fisher están aquí – Anunció Lucinda pestañeando preocupada – están diciendo que el joven Henry desapareció.
– Bajaré de inmediato Lu – Anuncié cerrando la puerta para encontrarme con Fisher vistiéndose apresurado – ¿escuchaste?
– Sí – Respondió buscando su camisa para colocársela mientras se acercaba a besarme sosteniendo mi rostro – ¿Qué quieres que haga?
– ¿A qué te refieres?
– Si bajo sabrán que estuve aquí.
– ¿Eso te molesta? – Sonrió ante mi pregunta volviendo a besarme con fuerza mientras negaba.
– No podría molestarme ¿Te importa a ti?
– No – Respondí cerrando los ojos cuando abrió mi kimono para acariciar la piel de mi cintura subiendo por mi espalda, de inmediato mi sexo respondió haciendo que mis pezones se erizarán ante el roce de sus manos ásperas.
Dos años después. Thomas Shelby.
Escupí el humo del cigarrillo cerrando los ojos, la casa de apuestas de los blinders en small heath era todo un barullo, podía escuchar a John repitiendo las apuestas en voz alta mientras Polly contaba el dinero en el escritorio justo fuera de la oficina.
Volví a leer el enunciado del periódico una vez más ¿era correcto? Allí, en la sección de sociales una fotografía de cuerpo completo de la pequeña Caitríona Markov, en un vestido que dibujaba perfectamente la silueta ahora más rellena, dejando los huesos afilados atrás para ofrecer curvas generosas, sostenía la estola de piel contra su pecho mientras la otra mano se afianzaba con fuerza al brazo de un alto hombre en traje de tres piezas, al pie de la página anunciaba: