Parte XIV

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Me levanté de la cama metiéndome en el kimono amarillo para abrir la puerta que tocaban

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Me levanté de la cama metiéndome en el kimono amarillo para abrir la puerta que tocaban.

– ¿Señorita Markov? – Cuestionó el botones – siento molestarla pero tiene una llamada en el vestíbulo.

Me restregué el rostro cogiendo el teléfono para contestar.

– ¿Hola?

– Cai ¿Dónde estás? Estoy aquí en candem town – La voz de Thomas me llegó a los oídos un tanto angustiada.

– Gracias – Asentí estirando mi mano a la taza de café que él mismo hombre había ido por mi me estiraba en una bandeja – hasta que decidiste dar señales de vida, sargento.

– No estoy jugando, Caitriona.

– ¿Qué haces allá?

– ¿Allá? ¿Dónde estás?

– Solomons y yo estamos en París – Anuncié bebiendo de la taza.

– ¿¡Francia!?

– Si, Francia. Hacemos negocios, volveremos esta tarde.

– ¿Qué negocios?

– Entre él y yo. Cuando nos veamos te pondré al tanto, Tom ¿Cuál es el problema?

– Cai... Estaba preocupado – Me explicó desde el otro lado, lo imaginaba paseándose desesperado su abrigo siendo agitado de un lado a otro, la boina en las manos retorciéndose.

– Estoy muy bien, nos divertimos, es un tipo agradable.

– Necesitamos hablar.

– Estaré ahí al anochecer Thomas, quizás, aún no lo sé he dormido tres horas – Calculé viendo el reloj de pared – quédate en algún hotel y te llamaré cuando esté allá.

– Cai...

– ¿Tommy? – Guardó silencio del otro lado dejándome escuchar su respiración – ¿sigues ahí?

– Cuídate ¿si?

– Adiós, Tom – Me despedí cortando la llamada, sabía que sucedía, ahora que estaba lejos de él apuntó de ser cogida por Solomons, Thomas se daba cuenta de que le movía el piso.

Apoyé la frente en la puerta cuando escuché a Solomons carraspeando su garganta a mis espaldas, me giré a verlo, estaba despeinado y con la barba revuelta, llevaba una bata negra mal abrochada tras la cual podía ver el torso definido, y tatuado desnudo.

– ¿Qué? – Cuestioné cuando se estiró a tomar el tazón de café que llevaba las mucamas.

– ¿Madrugas?

– Tenía una llamada desde Londres.

– Te levantarás ¿no? – Negué con la cabeza al verlo acercarse bebiendo de su taza.

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