¡Fanfic número 7, si, número 7 de Peaky blinders!
La heterocromía no era algo común y aún en una época moderna algunos lo consideraban signo de brujería o pacto con el diablo, el hecho de no conocer el origen de mis padres biológicos le daba aún más...
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La sala de apuestas era una de las alas de la misma casa Shelby en medio de small heath, el olor del tabaco me pegó en la nariz apenas atravesé la puerta, hombres por todos lados, John rayando en el pizarrón y Thomas sentado en su oficina revisando libros.
– Hey – Llamé tocando un par de veces, bajó el diario para observarme con una amplia sonrisa.
– ¿Qué tal?
– ¿Lo has pensado?
– Cierra la puerta Cai – Ordenó con un suave movimiento de sus manos, seguí su instrucción acercándome a la poltrona para tomar asiento.
– Me has dado un par de ideas, tengo un amigo en candem town, que tiene un alambique disfrazado de panadería, él prepara ron – Explicó observándome mientras yo asentía – tengo a varios de mis hombres trabajando con él en Londres, y le ayudo a mover el producto dentro de Inglaterra; pero tu idea puede expandir mi negocio y el de él...
– Te escucho.
– Me ofreces los barcos del acero a Estados Unidos para meter contrabando, te ofrezco más porcentaje si metemos a Solomons en esto...
– ¿Solomons? ¿Es judío?
– ¿Eso que tiene?
– ¿Querrá hacer negocios con una mujer? – Cuestioné bajando la mirada para verlo tamborilear los dedos sobre la mesa, Thomas tenía algo planeado.
Thomas Shelby.
Conocía a Alfie Solomons desde hace al menos dos años, y lo había visto lo suficiente como para saber acerca de su gusto por las mujeres hermosas; y Caitriona, era una mujer muy hermosa, la vi dar una ligera vuelta por el reflejo del espejo.
Usaba un vestido de tela de encaje negro bajo el cual el satín rojo la daba un toque sensual, los breteles gruesos dejaban los hombros descubiertos pero cubrían la cicatriz del disparo que había atravesado de lado a lado su hombro, con el cabello trenzado en una corona se colocó sobre la cabeza un velo de cadenas dorado que pendía alrededor de las orejas, sus ojos bicolor se posaron sobre mí en el espejo provocando una electricidad que me recorrió por completo.
– ¿Es demasiado? – Abrí la puerta para terminar de anudar mi corbata mientras ella se sentaba en la cama colocándose unos hermosos zapatos dorados, negué con la cabeza.
¿Qué mierda estaba haciendo?
Llevaba un enorme abrigo negro que únicamente dejaba ver los tacones dorados, se veía como una princesa montada de lado en el caballo negro, era la mismísima Godiva, algunas mechas de su cabello habían comenzado a salirse del peinado que era detenido por el velo de cadenas, la piel pálida salpicada de cientos de pecas, perfectamente erguida, era una diosa.
Sus manos enguantadas de seda se aferraban a las riendas haciendo un suave movimiento mientras cabalgaba, ambos caballos se detuvieron cuando llegamos a candem town.