Parte XV

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Thomas Shelby

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Thomas Shelby.

Había estado tan jodidamente cerca, mierda, tan jodidamente cerca de tenerlo todo, Caitriona, joder un maldito error le había bastado para ver la escoria de hombre que tenía delante, truenos, rayos, y relámpagos, estacioné el automóvil junto a la carretera saliendo de él mientras la lluvia caía sobre mí empapando el abrigo, el grito rasgó mi garganta dejándome caer de rodillas sobre el descampado ¿la había perdido? ¿Para siempre?

Caitriona Markov.
Tres meses después.

Ollie reía como un niño mientras los globos comenzaban a inflarse uno tras otro, habíamos comprado la pequeña campiña desde la que los aerostáticos partían instalando una pequeña cafetería abastecida por la panadería que era la fachada de mi socio.

La esposa de Ollie y mujeres de su sinagoga se dedicaban a fabricar la bollería y pastelería, atendiendo al público que llegaba para hacer viajes aéreos de una hora, con champagne, todo por una cifra más o menos accesible, en poco tiempo recuperamos el dinero invertido en los globos, y desde ahí en adelante todo fue ganancia.

– Caitriona – Me giré para ver a Solomons bajando de su ostentoso auto, mientras me saludaba con una mano ayudaba a bajar a una mujer de al menos unos cincuenta años, el cabello de color plata y un sencillo vestido color negro, mi estómago se contrajo por un par de segundos mientras el barullo de la inauguración oficial continuaba su curso normal.

– Alfie – Saludé cubriéndome el rostro del sol.

– Caitriona, permíteme que te presente a mi amada madre, Samira Solomons – La mujer me barrió de pies a cabeza, sin duda había estado escuchando de mi, acorté distancia estirando mi mano para ofrecer una sonrisa – madre, ella es Caitriona Markov, mi socia.

– Mucho gusto señora Solomons.

– Al fin le pongo un rostro a tu nombre, muchacha – Anunció seriamente, la piel de sus manos tenía suavidad aterciopelada.

– Su hijo le ha hablado de mí entonces.

– Ha llegado a ser un fastidio en algunas ocasiones...

– Madre...

– No trates de hacerme callar Alfie Solomons – Advirtió ella mirándome con detenimiento – me impresionas niña, ¿Qué edad tienes?

– Veintiséis, madame.

– ¿Veintiséis años y aún soltera? – Bajé la mirada divertida de ver a Alfie rascándose la cabeza avergonzado – ¿se puede saber porqué?

– Soy una mujer de negocios, señora Solomons.

– Ah claro, mi hijo también – Asintió echándole una mirada al barbón de mejillas sonrojadas – ¿tienes novio?

– Madre...

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