Parte XVIII

1.3K 120 4
                                    

Sentía cierta desesperación por volver a Londres, llovía a cántaros, el cielo se partía en truenos y rayos luminosos, el automóvil se detuvo a las afueras de la panadería aún abierta a las seis de la tarde, bajé trotando hasta la entrada sosteniendo con una mano el abrigo para entrar y ver a Ollie tras el mesón obsequiando canastas con el pan sobrante a las familias de siempre.

– Señorita Caitriona – Sonrió observando hacia la puerta que daba al alambique – ¿Qué tal Brujas?

– Bastante bien, Ollie, gracias – Respondí deslizando las manos en el mesón para sonreírle, abrió la caja contando el dinero recaudado – ¿Alfie está aquí?

– Está terminando de organizar uno de los embarques que vendrán a buscar por la mañana, ha tomado algo de tiempo.

– ¿Es demasiado?

– Algo lo tiene de malas, supongo que es porque usted se ha ido de viaje – Le sonreí caminando hasta encontrar la trampilla y levantarla metiéndome del otro lado.

– ¿Tienes pie?

– Maracuyá, limón, y manzana.

– Quiero de los tres – Respondí guiñándole un ojo antes de meterme por la puerta, en el alambique había hombres llevando barriles, otros cargando y descargando camiones, todos corriendo de un lado a otro ofreciendo saludos rápidos.

En medio de todo eso, frente a las puertas traseras pude distinguir la ancha silueta en una camisa blanca, sostenía una planilla frente a él entrecerrando los ojos tras los lentes para leer y tachar, leer, y tachar, el semblante arrugado y molesto, el sonido de mis tacones lo hizo alzar la vista, colocando una sonrisa apenas nuestros ojos hicieron contacto.

– Creí que seguirías hasta Birmingham – Habló sorprendido antes de que llegara hasta él, no dije nada, no respondí, una vez estuve cerca di un pequeño salto para colgarme de su cuello, con ambos brazos rodeó mi cintura dejando caer la planilla para besarme con fuerza.

El roce de su barba me picó la piel y su lengua en la mía me hizo gemir entre sonrisas, mis mejillas se sonrojaron cuando Solomons me dejó una vez más sobre el suelo, para observar a los empleados que aplaudían con risotadas

– ¡Vuelvan todos al maldito trabajo! – Advirtió tomándome la mano para acercarme a él una vez más y estampar un beso en mi boca – ¿Qué haces aquí, primor?

– Vine a llevarte a casa – Respondí acariciando su barba mientras me observaba atentamente, me sonrió tomando mi mano para observar el anillo que me había dado dos noches atrás.

– Estuve pensándolo bastante, Caitriona – Dijo observando alrededor – Y quisiera que dejaras de verlo como un detalle, sino, como una propuesta – Colocó el dedo índice sobre el anillo mordiendo su labio inferior mientras me observaba atentamente.

– ¿Qué?

– Estoy loco por ti, dulzura. Sé mi maldita esposa, sé la señora Markov-Solomons – Le sonreí.

Alfie lo había comprendido todo.

Cerró la puerta de entrada sin dejar de besarme, su barba picaba mi barbilla y mejillas y erizaba cada centímetro de mi piel, me quitó el abrigo dejándolo caer en el suelo al tiempo en que se quitaba el suyo, me agarré de su camisa permitiendo que me soltara el cabello.

El sonido del carraspeo de garganta nos hizo detenernos, Alfie giró sobre sí mismo cubriéndose el rostro mientras mis mejillas se sonrojaban por la vergüenza, la señora Solomons de pie en el umbral que daba hacia el salón principal, una enorme sonrisa en su boca roja.

– Madre ¿Qué demonios hace aquí?

– No me hables así muchacho, soy tu madre – Advirtió acercándose a mí con una sonrisa, sus manos de seda tomaron las mías para besarme en ambas mejillas bajando la mirada a ver mi anillo – Pasa cariño, estamos celebrando el bar mitzvah de tu primo Jeova.

– Mierda, olvidé que era hoy.

– No quisiera interrumpir señora Solomons...

– Tonterías muchacha, ven acompáñanos, Alfie, recoge su abrigo – Ordenó tomándome de la mano para caminar hacia el salón – bonito anillo, se tardó un poco en dártelo

– Yo...

– Tranquila muchacha – Me sonrió caminando hasta el enorme patio donde la fiesta hacia barullo y desorden, algunos bailaban, otros reían, un montón de niños corrían jugueteando entre los árboles – Atención ella es la socia de mi hijo Alfie, Caitriona Markov – Anunció haciendo que todos se voltearon a verme, alcé mi mano saludando nerviosa al tiempo en que varios se acercaban a nosotros.

– Ahora entiendo porqué mi hermano se la pasa trabajando tanto en la panadería – Se rió una rubia acercándose a besar mis mejillas – Te la tenías bien escondida, bebé.

– No me llames así Eli – Habló Alfie a mis espaldas estirando su brazo para tomar a la muchacha por la cintura dejando que se le colgara del cuello – ¿Cómo estás, linda? ¿Dónde están mis sobrinos?

– Probablemente destruyendo tu jardín – Respondió observándome nuevamente – Soy Elizabeth hermana menor de Alfie.

– Caitriona – Respondí incómoda mientras trataba de volver a tomar mi cabello – mucho gusto.

– ¿Quieres comer algo, Cai? Ven conmigo te presentaré al resto, ¡qué bonito anillo!

Elizabeth Solomons hablaba mucho, ¡demasiado! Era una muchacha joven, bastante joven, tenía veintidós años y tres niños, el mayor de cinco años llamado Joe, uno de tres de nombre Abraham, y una pequeña de cuatro meses llamada Amelia.

Alfie Solomons era completamente diferente al hombre duro que conocíamos en el ámbito del bajo mundo, se reía, jugaba con sus sobrinos, comía postres y pasteles usando un tono de voz y un semblante completamente distinto al que conocía.

Me encantaba.

Semanas después.

Me estiré sobre la cama bostezando largamente, las sábanas y él cubrecama se habían salido, desarticulando completamente el lecho en el que me senté con el cabello completamente enmarañado el viento de la madrugada se metía por el ventanal dejando que el mar se escuchara junto a las gaviotas graznando.

Habíamos llegado hace dos días para alejarnos de candem town, de la ruidosa familia de Alfie, y de Thomas Shelby y Henry Fisher con sus rencillas de acero, pero Solomons no dejaba de trabajar, las llamadas no dejaban de llegar y aún cuando estábamos en una cabaña privada en medio de la nada, el mundo se la arreglaba para estar encima nuestro.

Me apoyé en el umbral de las puertas francesas observando a Alfie de pie cerca de la playa fumando un habano el viento le agitaba el abrigo negro, apenas si reaccionó cuando coloque mi mano sobre su hombro estirándome a besar su mejilla el mar lamió mis pies descalzos mientras él abría su abrigo para acurrucarme contra su pecho.

– Hola amor – Saludó contra mi cabello.

– ¿Viniste a la cama en algún momento?

– Lo siento, primor – Aunque pareciera increíble Alfie y yo aún no habíamos consumado nada, y parecía que no sucedería pronto – lo siento.

– Ve a la cama, Alfie, me encargaré del resto.

– Son asuntos con Fisher y Shelby y no quisiera que...

– Ve a la cama – Repetí acariciando su barba, me sonrió bajando la mirada para besarme suavemente acercándome a él mientras colocaba su mano tras mi cintura – Me encargaré.

Fire Witch. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora