2. Gran hotel

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Niebla, humedad, lluvia y desolación caracterizaban al pueblo de Atenas, una locación con no más de 15mil habitantes, contaba con pocos sitios de interés y era lo suficiente pequeño como para recorrer cualquier tramo de distancia dentro de este fácilmente a pie. Como por ejemplo; ir de la plaza donde paraba el autobús, que se encuentra justo en el centro, hasta la casa de mis abuelos.

Mi día iba de mal en peor, eran las ocho de la noche y las desoladas calles me provocaban escalofríos, sobre todo al pasar por delante de la fachada de la iglesia...una enorme catedral de estilo gótico y que parecía abandonada...como todo el pueblo.

Mis pasos se hicieron más largos y rápidos, sentía como si en cualquier momento alguien saltaría sobre mí, la noche era silenciosa y contribuía a hacer más profunda la sensación de miedo.

Había un punto de referencia bastante obvio, la segunda construcción más grande del lugar, El "Atenas Hotel", también llamado el "Gran Hotel", al llegar ahí, sabía que unos cinco minutos me separaban de mi casa, sin embargo, no pude evitar quedarme mirando la construcción una vez frente a ella.

Desde que tengo uso de razón solía venir al pueblo en vacaciones de verano y de invierno, mis padres se encargaban de dejarme aquí durante todo el tiempo libre que tuviera y yo lo amaba, era tiempo para mí, para estar con mis abuelos, para ser feliz. Así fue año tras año hasta que cumplí quince años y lo inevitable sucedió; estando aquí durante ese verano conocí a un chico, sobra decir que me enamoré como estúpida, era cuatro años mayor que yo y aun así pensé que sus intenciones eran buenas.

Los recuerdos se agrupaban tras mis ojos llenándolos de lágrimas y oprimiendo mi pecho. Los sucesos de aquella última noche y el vacío en donde lo más importante debía estar. No podía recordar lo que sucedió y eso resultaba devastador, solo estaba el antes y el despertar que me había dejado un enorme dolor y no solo físico.

Emprendo la marcha una vez más limpiando furiosamente mis mejillas, tan sumida en mis pensamientos que a un par de casas de la mía casi soy arrollada por una camioneta negra. Las luces delanteras parpadearon antes de hacerse más tenues y mi mirada se cruzó con la del conductor.

Santas imposibilidades.

Una sonrisa ladina se formó en su rostro...era él, el chico del avión, el de los ojos helados.

Salí del camino, casi corriendo mientras el auto se alejaba, había algo en la mirada de ese chico que no me daba seguridad.

Casi hago un hoyo en la puerta debido a mis golpes, la puerta se abrió y de pronto tenía un cañón entre las cejas, el abuelo lucia muy sobresaltado mientras sostenía su escopeta.

—¡Mierda! —exclamamos al unísono.

—Pero que susto me has dado, cerecita —baja su arma llevando una mano a su pecho.

—¡Abuelo! —suelto mis cosas para envolverlo en un abrazo que inmediatamente corresponde.

Instantáneamente mis malos recuerdos se van, siendo reemplazados por dulces atisbos de mi niñez junto a mis abuelos, andar en bici, ir a pescar, aprender a usar una escopeta...

—¡Calabacita!

Suelto a mi abuelo y corro a los brazos de mi abuela, mi lugar seguro, su simple olor me hacía sentirme en casa, la abuela era la mujer más maravillosa del mundo; ella me ayudo mucho hace tres años y nunca me juzgó.

—¿Ves lo grande que se ha vuelto? —inquiere con preocupación mi abuelo— Casi le pego un tiro y eso solo me hace pensar en los tiros que tendré que pegar mientras esté aquí, dejaré el pueblo sin muchachos.

Colder✅ [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora