Atenas, 1998...
En la madrugada, el lugar estaba muerto, casi tanto como yo. Una lluvia torrencial inundaba las calles y no hacía amagos de cesar, podía correr y ser una sombra entre los tejados mientras escampaba pero prefería caminar a paso humano por las oscuras calles. Hace un par de años no venía, Atenas siempre ha sido un lugar predilecto para mi familia y desde la muerte de uno de los más antiguos, Athan y yo elegimos dejar el clan por la paz.
Ahora había problemas, el número de Vrykolakas en la zona era considerablemente alto, los humanos ya comenzaban a pillar los pequeños detalles y solo una mujer era la responsable.
Llegué a la construcción abandonada de lo que sería un hotel, este era su nido por los momentos y en cuanto puse el pie en el intento de vestíbulo me supe rodeado. Todo estaba en penumbra, aún así podía fácilmente distinguir las siluetas.
Sin alterarme por esto me deshice de mi largo abrigo chorreante que cayó con un desagradable ruido.
—Estarán todos muertos antes de que aparezcas, solo tú podrías ser una rival a la altura —anuncié y oí su risilla aniñada.
—Sigue caminando —un canturreo resonó, era su voz.
Eso hice, hasta llegar a un pasillo iluminado con un par de lámparas de tenue luz pálida.
El olor golpeó mis fosas nasales con fuerza, había tantos inmortales ahí atrás que no noté en primera instancia lo cargado que estaba el aire de olor metálico y oxidado de la sangre seca.
Más risas y un estridente grito me guiaron a una estancia. En el suelo había tres cuerpos, dos de ellos ya eran posiblemente cadáveres.
Y ahí, en un diván, recostada cuál reina, estaba ella. No parecía incomodarle en absoluto su rostro y vestimenta cubierta de sangre.
—Helena.
En sus pálidos ojos brillo el reconocimiento, llevaba el blanco cabello cayendo como una cascada hasta su cintura, en algunos lugares pegajoso por el líquido rojo.
En algún momento pensé que era hermosa, aún lo era, pero no de la misma forma; los años la habían transformado en una criatura incapaz de controlarse, sedienta de sangre y de poder.
—Mírate...hasta pareces uno de ellos ¿eso es...? ¿Te has puesto esa cosa en el pelo?
Señala a mi cabello casi negro, había poco había decidido llevarlo así y no rubio, como ya era costumbre después de tantos años. En especial porque la decoloración había alcanzado su punto máximo y mi color natural, era casi blanco.
—Tinte, Helena. Es lo que hacemos los que protegemos el secreto. En lugar de matar a diestra y siniestra provocando que los lugareños vuelvan a la época de cacería de brujas.
—Siempre fuiste muy blando, Arion. Renegando de tu naturaleza y por consiguiente alejándome de tu hermano.
—Athan eligió alejarse del enceguecimiento, cosa que tú no has podido evitar.
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Colder✅ [Libro 1]
VampireEn mis visitas al pueblo de Atenas la alegría siempre fue predominante, hasta aquel desastroso verano que marcaría mi vida para siempre. Ahora, tres años después, tendría que volver y enfrentarme a mis traumas. Sin contar que lo que se escondía tra...