—No es posible que hayas cogido un resfriado de la noche a la mañana —la voz de mi madre sonaba atronadora desde el otro lado de la línea—. ¿Seguro que no es otra excusa para no ir a trabajar?
Suspiré, el dolor en mi cabeza iba en aumento.
—Sí, mamá. Me has pillado, la muerte de mi amigo no fue excusa suficiente y me he inventado un resfriado, me saludas a Becca ¿Vale?
Como muchas veces, colgué sin apenas oír su despedida.
Froté mis ojos, estaban calientes una vez más, confirmé en el espejo que los tenía inyectados en sangre. Sentía todo el cuerpo ardiendo, como si fuera a quemarme por dentro; nada de lo que mi abuela me servía de comer iba más allá de mi garganta y los fuertes dolores en mis articulaciones me hacían creer que no era un simple resfriado.
Bajé a duras penas envuelta en un chándal y una camiseta demasiado grande, la abuela había ido por medicinas con el abuelo dejándome sola.
Busqué mi teléfono y marqué a Arion.
Automáticamente corté, no sabía para que le llamaba luego de todo lo que me dijo la pasada noche. Intenté de nuevo al número de Evan.
No lo coge.
Volví a marcar a Arion y luego de un par de intentos a ambos, este último responde. Al principio no hablo, apenas distinguí su respiración entrecortada.
—¿Arion?
—Está muerta, mi hermana está muerta —susurró con la voz ahogada.
No supe en qué momento me había puesto en marcha cuando ya estaba en la puerta de mi armario sacando un par de vaqueros y una sudadera.
Había corrido arriba en un arranque y corté la comunicación con Arion.
Mierda ¿Qué iba a pensar?
Me cambié en más tiempo del que requería normalmente y maldije mi dolorido cuerpo, lo seguía haciendo a cada paso que daba mientras sentía que agujas se clavaban en mis huesos.
Llegué a la enorme casa de Arion, sudorosa, roja de fiebre y cansancio y respirando con dificultad.
Llamé a la puerta innumerables veces hasta que los nudillos se me pusieron rojos. Había actuado impulsivamente y ahora las consecuencias eran que estaba a punto de colapsar frente al pórtico de este gran imbécil de cabello platinado. Mi cadáver sería un lindo tapete de bienvenida.
La puerta se abrió precisamente en el momento en el que me apoyé en ella para tomar aire, caí hacía adelante, unas manos fuertes me atraparon y esos ojos cristalinos me devolvieron la mirada.
—Hey, Roja —ya lo escuchaba medio distorsionado—. Mírame, no te duermas ¿Si?
Perdí el contacto con el suelo y me hallé con la nariz pegada a su pecho aspirando su perfecto olor. Cerró de una patada, por un momento sentí como si volara, el estómago se me subió al pecho y tuve arcadas en cuanto Arion me dejó sobre una cama.
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Colder✅ [Libro 1]
VampireEn mis visitas al pueblo de Atenas la alegría siempre fue predominante, hasta aquel desastroso verano que marcaría mi vida para siempre. Ahora, tres años después, tendría que volver y enfrentarme a mis traumas. Sin contar que lo que se escondía tra...