Capítulo 7

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           “Nueve de diez”                 
                Bosque del Kabarak, Lorien
                          Alicia Praint

Cuando el cielo se tiñó de negro y las naves Mogadorianas invadieron el cielo de Lorien, el miedo se apoderó de mí, y es algo que a los 5 años no podía controlar.
Creo que todos tuvimos miedo aquel día. Algunos de los niños a mi alrededor lloraban, varios de ellos aún no podían controlar sus legados. Otros, que apenas eran unos años mayor que yo, atinaban a usar algunos de sus legados contra esos monstruos que luego quedaban hechos cenizas, pero los Mogs mataron a muchos de ellos también, a la mayoría diría yo.
Había una niña pequeña, de mi misma edad, recuerdo que estaba de la mano de uno de los ancianos mientras su llanto sonaba como... como...algo que no puedo explicar, su llanto no sonaba como suyo, emanaba frío por su piel.
Recuerdo estar parada, en el patio de la Academia junto a todos los niños que habían llegado hasta ese día. Éramos muchos, entre ellos había adolescentes y adultos. Seleccionaron a varios Garde de cada categoría para enviarlos a la Tierra. Aún no estoy segura si fue uno de ellos el que hacía que el piso temblara o si fue el ataque que esas gigantescas naves estaban haciéndole a mi Planeta.
El llanto de las Quimæras se escuchaba hasta la montaña. Una nave salía de nuestra atmosfera, era de las nuestras, Quimæras volaban junto a ella para protegerlos. Desde nuestro lugar en las montañas vimos al pequeño ejército de Quimæras dirigirse al museo junto a un par de personas, una segunda nave salió desde allí, también era de las nuestras, pero mucho más antigua. Me había resignado a morir cuando esa nave se perdió de vista, una lágrima rodaba por mi mejilla. Era una niñita, y solo me quedaba esperar a la muerte.
Pero la muerte no llegó, los ancianos que estaban ausentes, ese día llegaron primero a la Academia, nos tomó un segundo comprender lo que pasaba. Nos dieron una mochila con algunas mudas de ropa a cada uno, lo más indispensable. Luego nos tomaron a cada uno de las manos y nos sacaron de allí. Recuerdo haber llamado a Artemis a gritos, tenía miedo y él se estaba alejando junto a uno de los niños.
—¡No tengas miedo!—me dijo él y me regaló una sonrisa.
Todos, Ancianos y niños, nos tomamos las manos y una luz azul comenzó a brillar en aquella unión, tan potente para cegarnos durante un momento, tan potente que llamó la atención de los Mogs.
Ellos se acercaron en sus pequeñas naves, una de ellas aterrizó junto a las habitaciones de La Academia. Intercale miradas entre la nave y nuestro círculo. Los ancianos ignoraban a los Mogs mientras algunos de los niños gritábamos aterrorizados.
Los Mogs se acercaban a nosotros muy rápido y los Ancianos estaban quietos, con los ojos cerrados murmurando algo, los veían con menos nitidez, podía ver a través de Loridas a mi pueblo ser destruido. Busqué con la mirada a los otros niños y ellos lucían tan confundidos como yo, y casi tan transparentes como Los Ancianos. Las lágrimas en mis ojos nublaban mi visibilidad, los apretaba muy fuerte queriendo limpiarlos y poder seguir viendo a mi alrededor pero los Mogs llegaron junto a nosotros en el momento en el que la luz que nos rodeaba, se hizo más fuerte, hubo gritos, más lágrimas corrían por medio rostro, solo sentía los forcejeos.
Alguien intentaba arrebatarme de las manos del Anciano que me protegía. Era un Mogadoriano, tan pálido que pude ver sus venas negras en la mano con la que me sujetaba, aún tengo cicatrices en mi brazo por culpa de sus uñas enterrándose en mi carne. No recuerdo quién me lo quitó de encima, solo puedo recordar mis gritos, y a los ancianos arrastrándonos por un bosque desconocido.
Ya no veo las naves, ni el edificio de La Academia, solo veo a unos pocos Mogs convirtiéndose en cenizas.
Nos reunimos en un claro en medio del bosque, Los Ancianos estaban quemaduras que les provocaron los cañones Mogadorianos. Algunos estaban muy mal pero se curaron con los legados de Pittacus, y luego de eso desaparecieron nuevamente, dejándonos al cuidado de Pittacus, y al de Artemis.
Los mire a cada uno, lucían tristes, yo no entendía el por qué.  No lo entendí hasta que busqué a los demás niños. Lucían confundidos. Solo éramos nueve niños.  Solo nueve de diez. Ellos buscaban algo con la mirada, miraban hacía el lugar de dónde vinimos. Lo esperaban aún. Buscaban a ese niño que no llegaba. Al niño que nunca llegó.
Artemis, el anciano que aún tenía mi mano aferrándose a la suya, me llevó con el resto de ellos. Era de noche en el bosque, un bosque que no era en Lorien. Las estrellas del cielo eran diferentes, las lunas estaban ausentes. Solo había una, y mucho más pequeña de lo que estaba acostumbrada a ver.
—Ahora están a salvo —nos dijo Pittacus
—Esto es la Tierra, un planeta muy diferente a Lorien, en muchos aspectos. Pero aquí pasaran desapercibidos, aquí podrán sobrevivir—

Los Especiales, Primer Libro De La Saga: Los Legados Oscuros De Lorien.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora