Capítulo 14: Sentencia de divorcio

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No paraba de mirarla y eso inquietaba a la joven, cada movimiento, por más pequeño que fuera, era analizado por él desde el momento en que partieron. Notaba que hasta su respirar era observado, pero no entendía el porque. Y el solo hecho de tener esos ojos azules con una intensidad impresionante la ponían más nerviosa, no entendía porque, sí  ese hombre no debería importarle ni un poco.  Eso es lo que quería creer, pero no podía asegurarlo.
La boda apresurada, en un par de horas juntos y ya habían peleado de muchas maneras y luego incluso sintió preocupación por él al verlo tan vulnerable al frío, no tenía sentido... ¿Sería acaso que estaba enloqueciendo?

Lucas no despegaba sus ojos de ella, no estaba seguro de porque lo estaba haciendo, sentía que debía agradecerle por haberlo cuidado pero le daba algo de pena hacerlo, no era muy bueno con ese tipo de cosas. Lo suyo no era dar las gracias.

Tenía unos pocos fragmentos en su memoria de lo que había pasado durante su momento de debilidad. La atención de ella con él al menos por un rato, la calidez de esas manos y su forma dulce de dirigirse hacia su persona. Pero nada más, no sabía si le había dicho algo imprudente o vergonzoso aparte del 'no me dejes solo'.

Volvió nuevamente su mirada azulada a ella y le recorrió una oleada de calor por todo el cuerpo. El sol iluminaba el fino rostro rostro, con la mirada perdida y las mejillas sonrosadas al natural, fue entonces que la joven humedeció sus labios con la lengua lo que le pareció sumamente atractivo, quiso averiguar por si mismo a que sabía esa boca que parecía tan dulce.

Apartó la vista y se reprendió a sí mismo en su interior para sacarse la tonta idea de que su esposa podía verse tentadora, claro que no, no iba a permitir que lo sedujera. Ella solo era una descarada.

Estaba pensando en muchas tonterías, su voluntad estaba algo distorsionada, y eso se debía únicamente a que se dejó influenciar demasiado por lo que dueño de la posada había dicho.

No pasó mucho hasta que su estómago comenzó a sentirse vacío, pronto empezaría a rugir, la vergüenza lo invadió. Lo único que quería era llegar pronto a la maldita casa para comer algo y descansar, y luego empezaría una rutina diaria junto a esa mujer.

Taalia notó de inmediato el actuar de él, ya que su estómago también gruñiría en cualquier momento. Abrió una cajita que llevaba sobre las piernas, al abrirla dejó al descubierto varios panecillos dulces y galletas, seguro que con eso sería suficiente para lo que les restaba de camino, agradecía la amabilidad del señor Rashed al entregarles aquello sin pedir nada a cambio.

— ¿Desea comer conmigo? — las palabras salieron con tanta naturalidad que después se dió cuenta de lo que le había dicho, no se refería exactamente a si misma, solo si tomaría un bocado, pero al notar los orbes de Lucas sobre ella se sintió cohíbida.

— No — negó rotundo.

Por más hambre que tuviera no aceptaría comida de ella y mucho menos comería a su lado, no le daría momentos para atesorar. El que hubiese cuidado de él en un instante de vulnerabilidad, no significaba que cambiaría su forma de actuar.

No insistió, de nada serviría. Envolvió entre sus dedos un panecillo y se lo llevó a la boca, dando un par de bocados, luego de comer un poco más, su apetito estuvo saciado. Dejó a su lado la cantidad de panecillos y galletas sobrantes. Seguro que si le apetecía comería después.

El sueño le ganó a Taalia, ya que no había dormido lo suficiente, aún faltaba camino por  recorrer así que descansaría mientras llegaban a su destino.

Luego de verla dormir por varios minutos, no aguanto los gruñidos de su estómago, el joven Michelena terminó probando algunas galletas.

Luego de unas horas, la noche hizó su aparición, justo al momento en que llegaron a Ciudad del Cielo. El calor invadía a Taalia por la cercanía que había en el mar, la joven dormía algo incómoda, incluso el sudor se hacía presente cayendo por su frente, las clavículas y en lugares que no debía mencionar.

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