Capítulo 12: Equivocación

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— Una habitación — ordenó el rubio parado frente al mostrador de madera vieja. El hombre que los atendía ya era bastante mayor, su cabello era muy blanco al igual que la espesa barba en su arrugado rostro. Sus ojos se veían grandes gracias a los enormes lentes que utilizaba para ver mejor, le daban un aspecto divertido y un tanto tierno. Lucas tenía que ver hacia abajo ya que, quién lo atendía carecía de altura, el hombre se movía con lentitud, mientras buscaba una llave.

— Habitación doce — habló el encargado entregándole una llave con una cuerda gastada atada en la misma — Mi hija los guiará — hizó sonar una campanilla, fue entonces cuando una joven con ropa humilde pero limpia y arreglada se acercó al mostrador — Delia, lleva a los señores a su habitación y ayúdalos con su equipaje.

— Eso no será necesario — la voz de Taalia interrumpió al anciano — No nos quedaremos mucho, solo unas horas — tras de ella venía su doncella, la joven se acercó al hombre mayor con una sonrisa amable — Quiero dos habitaciones más.

— Yo no pagare por eso — expresó Lucas rápidamente y sin una pizca de amabilidad; no le daría gustos a esa niña, sí quería podía quedarse en el cuarto junto a él y si no, también existía el pasillo.

— No es necesario — respondió Taalia restándole importancia al comentario del rubio, que puso mala cara ante aquella actitud — Yo pagaré por las dos habitaciones.

El oji-azul se acercó a Taalia tomándola de brazo para obligarla a mirarlo, luego empezó a arrastrarla fuera del establecimiento bajo la atenta mirada de las personas, que veían asombradas e incómodas la escena, es que simplemente no estaba bien que una mujer desafiará a su marido de esa manera.

— Tu y yo estamos casados, pero eso no significa que haré lo que tú quieras o que me trataras como un imbécil frente a los demás — murmuró seriamente cerca de su rostro una vez que estuvieron fuera, aferró su mano a la muñeca de Taalia con fuerza. La dama mantenía una expresión de altanería, apesar de que le molestaba el agarre firme que su esposo mantenía sobre ella.

— Mi señor, no es necesario que trate de esa forma tan inadecuada a mi señora — intervinó Elizabeth preocupada por el poco tacto que el rubio tenía, no quería le hiciera ningún daño a su joven ama.

Para el rubio eso fue una completa falta de respeto. No soportaba los pedidos de la que era su mujer, menos iba a importarle los ruegos de una doncella — Lárgate — fue lo único que dijó y Elizabeth entendió que no podía combatir contra ese sujeto, tan impulsivo y grosero.

— No vuelva a tratarla así — la voz de Taalia fue fría, se soltó del agarre que había estado manteniendo Lucas — No te preocupes Eli, te llamaré si llego a necesitar ayuda — Elizabeth asintió, tomando un poco de distancia, pero sin perder de vista a la pareja, por nada del mundo iba a permitir que ese hombre hiciera lo que quisiera. Taalia por su parte enfrentó al oji-azul. Ella no sería intimidada por él.

— No permitiré que me trate con tan poco respeto — la joven se alejó dos pasos.

— Tu eres quien tiene que aprender a respetar — el espacio que había entre ambos se cortó cuando el rubio volvió a estar más cerca de aquellos ojos castaños — Escúchame bien, no permitiré que hagas lo que quieras.

Ambos sostenían la mirada, sus respiraciones se mezclaban debido a la cercanía. Los intensos ojos azules de Lucas la ponían nerviosa, no eran unos orbes cualquiera, era como tener dos hermosos zafiros frente a ella, sí los analizaba podia notar que tenían tanto oculto, deseaba... Deseaba poder mirar ese bello color, solo que no con esa oscuridad, le gustaría ver que fuesen brillantes... Sintió el calor subir a sus mejillas y alojarse en ellas, le dió la espalda con rapidez, cortando el contacto visual para que no pudiera ver ese traicionero sonrojo, sacudió un poco la cabeza, estaba pensando demasiadas tonterías.

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