Capítulo 28: Adaptarse al dolor y a los errores

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El miedo sembrado en los ojos de la joven mujer pareció que no se inclinaría en desaparecer, con un rastro de lágrimas secas y ciertos quejidos que eran inocentes acompañantes en esos momentos de terror. Desde muy joven se le inculcó que era una dama de gran familia, por lo que debía ser cuidadosa todo el tiempo; se sentía culpable por no haber hecho caso de todas las indicaciones, ahora estaba atrapada en esa terrible situación, sin embargo, también podría decirse que jamás hubiera imaginado que alguien a quien le dió una oportunidad podría hacerle tanto daño.

Si aquel día el pobre cuidador de los caballos no se hubiera lastimado tan gravemente no habría contratado a ese sujeto, a veces odiaba tener un corazón tan blando.

El anciano llevaba haciéndose cargo de los animales del potrero desde hacía varios años, debido a su avanzada edad, el hombre ya no era capaz de hacer todo por si solo y cuando se lastimó una pierna supo que tenía buscar a alguien más que lo ayudara. El hombre tuvó mucho miedo de ser despedido al principio, pero Taalia no era capaz de hacer algo así y más cuando sabía que él era quien se encargaba de sus nietos, por lo que el hombre la convenció de contratar a un muchacho más jóven, así se mantendría la fuerza de la juventud y la voz de la experiencia en mutua compañía.

Al día siguiente del accidente del anciano mientras cuidaba de su jardín el mayordomo se hizo presente.

— Mi señora, ha llegado un joven que viene por el puesto de ayudante — dijó el mayordomo con su común cortesía.

Taalia asintió y mando llevar al muchacho hacía la sala de estar, dónde lo entrevistaría y vería si era o no apto para el puesto. La joven limpió sus manos y caminó en dirección a la casa. Al entrar un aire frío corrió por su espalda lo que la detuvo por un momento e incluso tuvo una extraña sensación de incomodidad en el pecho. Respiró con tranquilidad y siguió su camino.

Ese fue el primer aviso que ignoró.

Dónde se preparó el encuentro, pudó ver la espalda de un muchacho joven, aunque solo verlo de espaldas hizo que esa incomodidad recorriera su mente, cuando el 'invitado' se dió la vuelta fue incluso peor, un grito casi salé de sus labios, pero logró controlarse.

— Mi señora — la delicadeza que tuvo al dirigirse a ella le hizo pensar que hasta debía estarse equivocando de persona, incluso la forma de inclinarse, fue muy respetuoso.

¿Por qué el ladrón del mercado se comportaba de ese modo con ella?

— Es un gusto conocerla.

Esto no le gustaba nada. Y aunque no le parecía bueno, la mejor idea era seguirle la corriente, si alguien se llegaba a enterar podría malinterpretar todo, aún habían algunas empleadas chismosas que cotilleaban sobre su señora, ella no decía nada pues solo las veía como niñas que no tenían otra forma de diversión. El problema estaba en que sí se extendía esto, incluso podrían decir que ese hombre era su amante. Ya tenía una reputación de rebelde e inclusive la habían llamado coqueta solo por salvar al perro de su actual marido, no permitiría que le den el nombre de promiscua.

— Es un gusto también.

— He venido por-

— Se ha que has venido — aclaró la joven dama con cautela — Siéntate, por favor — ella se acomodó en un sillón mientras con su blanca mano señalaba un lugar frente a si misma. El muchacho con cierto recelo hizó caso a la petición de Taalia — Para mi, no habría problema en contratarte, lo que quiero saber es: ¿Eres confiable? — tan pronto dijó eso dió una mirada letal al hombrecillo, en realidad era estúpido que fuera hacia ella cuando obviamente conocía sus antecedentes, no entendía que buscaba ese hombre.

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