Capítulo 32: El mayor temor

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Estaba sentada en la cama, observando el plato de sopa que Jack le había llevado para que comiera por la mañana, ahora tenía un color extraño y estaba fría, no quería probar ni un solo bocado de aquello.

Permanecía tan quieta como una estatua hasta que el sonido de una voz infantil llamó su atención, corrió hacia la ventana y miró la escena.

Una pequeña niña de cabellos negros corría a abrazar a Jack, el hombre que la tenía encerrada. Ella gritaba eufórica y repartía muchos besos en el rostro del muchacho, que la alzaba del suelo y la envolvía entre sus brazos. No muy lejos una mujer con el mismo color de cabello que la niña daba pasos cortos, en sus manos llevaba dos maletas no muy grandes; en su rostro se instaba una expresión seria envuelta en una energía de desaprobación.

La mujer, que reconoció como Janice, se quedó no muy lejos de la puerta, mientras le decía algo a su hermano. Desde esa altura no podía escuchar lo que decían, apenas podía oír los gritos infantiles y felices de la niña. Ambos se alejaron un poco y empezaron a discutir sobre algo.

En la planta baja estaba Lulú mirando todo con ojos brillantes; la señora Emilia, que fue quien la cuidó las últimas semanas, le aseguró que tendría una nueva casa, muy hermosa, dónde podría vivir tranquilamente con sus hermanos. Estaba por ir a la habitación que su hermano le había indicado hasta que escucho unos ruidos que venían de la segunda planta. La pequeña estaba curiosa, por lo que fue a investigar que era con exactitud lo que se escuchaba. Dió pasos lentos una vez que estuvo en el segundo piso, había un estrecho pasillo con varias puertas, imaginó que tras una de esas puertas estaría su nueva habitación y eso la emocionó.

— ¿Hola? — dijó una voz suave y confundida, a la par con unos golpeteos en la madera — ¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

La niña se sorprendió de escuchar esa tierna voz, tomó dirección a la puerta de dónde venía esa voz melódica. Se paró frente a la madera de color blanca y observó fijo hacía adelante, esperando que lo que había oído se volviese a repetir.

— ¿Estás ahí?...

La pequeña se encogió un poco en su sitio, se pusó de rodillas y trató de ver por debajo de la abertura, pero el espacio no era tan grueso como para toparse con algo exacto.

— Hola — respondió la niña volviéndose a poner de pie, notó que había una cerradura extra en la puerta y se preguntó el porque aquello estaría allí.

— Hola, pequeña — la voz aliviada de Taalia respondió — Mi nombre es Taalia — se presentó con una sonrisa, aunque no podía ser vista. Entendió que había encontrado el modo de salir, su única oportunidad era la niña que estaba del otro lado — ¿Cuál es el tuyo?

La pequeña algo nerviosa le contestó que no debía hablar con extraños, aunque esa era una respuesta correcta, Taalia se desesperó un poco, debía hacer cualquier cosa con tal de salir de allí y si eso significaba que tenía que engañar a una niña, pues lo haría.

— No te preocupes, no soy una extraña — explicó tratando de calmar el temor de la pequeña — Soy una amiga de tus hermanos, ellos estaban trabajando en mi casa — explicó con calma.

— Eso es mentira — aseguró Lulú inquieta — Mis hermanos trabajan con la señora Emilia, eres una mentirosa.

“¿Emilia? Ese era el nombre de la mujer que me invitó a la fiesta de té... ¿Ellos trabajaron para ella?... ¿Por qué?... Algo no está bien...” pensaba, sus cejas estaban fruncidas y los engranajes en su cabeza comenzaron a girar.

Dejó de lado sus preguntas, ya tendría tiempo después para averiguar que era lo que estaba pasando, lo primero era asegurar a la niña para que la ayudará y ya después podría ser cualquier cosa.

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